Agripino, descubridor de la Cueva del Guanajo
Dicen en Jibacoa, capital de parte de la serranía manicaragüense, que los transeúntes al paso por frente al cementerio, se quedaban mirando el orificio en medio de la superficie rocosa elevada en una de las elevaciones.
Permanecían tan embobecidos con el fenómeno natural que a alguien, con la picardía propia del guajiro, se le ocurrió nombrarla «Cueva del Guanajo» y no precisamente porque habitaran guanajos dentro de este enclavado.
Según Alfredo Rodríguez Rojas, psicólogo que prestó servicios en el Área de Salud de Jibacoa, conoció a Agripino, padre de la periodista Bolivia Tamara Cruz. Por ese entrañable amor y apego a la zona montañosa de Manicaragua y como excelente y apasionado geógrafo, formó un grupo de espeleología y arqueología con el que realizó excavaciones en sitios con hallazgos en áreas del valle del sumidero Las Trancas.
Recuerda Alfredo Y Miladys que en conversaciones con Agripino acerca del principal aporte de sus excavaciones, que en una ocasión les dijo:“el aborigen que habitó en Siguanea nunca perdió el contacto con el mar”. Basaba su aseveración por los restos de conchas y caracoles marinos hallados junto a huesos de pescado.
Fue él quien les contó de una exploración a la Cueva del Guanajo y su salida por unas pequeñas cavidades al otro lado de la montaña, mirando a la presa. Dijo que solo había mucho guano de murciélago y un olor irresistible.
Y ahí, en Jibacoa, está un elemento del paisaje montañés que forma parte del patrimonio natural manicaragüense y gracias al geógrafo Agripino, en sus andanzas cotidianas por la serranía del municipio cuando se desempeñaba como Metodólogo de Geografía Provincial, es que conocen detalles del evento natural.
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