Siria: su lucha por la estabilidad interna y contra la injerencia extranjera
El pueblo sirio ha continuado durante estas últimas semanas enfrentando una guerra que ha devastado su territorio desde el 2011 y que tiene como fin cimero destruir su estabilidad interna, encabezada por el legítimo gobierno de Bashar Al-Assad, y mantener la injerencia extranjera occidental en la nación árabe.
En ese sentido, las autoridades levantinas sufren ataques continuos, tanto de las guerrillas opositoras internas que promueven el terrorismo bajo el amparo de amigos foráneos muy poderosos, como escaladas militares directas de enemigos declarados como Israel, cuyo ejército, con la anuencia de Washington y la OTAN, masacran a la población de ese país.
Al respecto, hace apenas unos días, la fuerza aérea de Tel Aviv causó la muerte de dos militares sirios y heridas a otros seis, tras bombardeos sobre las provincias de Tartous y Hama, ubicadas en el centro y oeste sirio, a unos 300 km de la capital.
Sobre ello, el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, ha insinuado este viernes la responsabilidad de su Ejército en “una serie de bombardeos en el norte de Siria”, justificados, según el representante gubernamental sionista, por la necesidad de su país de evitar el apoyo iraní a las Milicias chiitas libanesas de Hezbolá, importante fuerza militar defensora de la estabilidad árabe y, por ende, simpatizante del gobierno de Damasco.
En medio de esta situación, cabría respondernos varias preguntas: ¿Por qué precisamente contra Siria? ¿Por qué el interés extranjero en esa nación? ¿Qué se esconde detrás de la supuesta cruzada occidental contra el terrorismo en ese país?
Más allá de otras decenas de razones, lo cierto es que la República Árabe Siria representa una “amenaza” gigante para los imperialistas, quienes quieren mantener al Medio Oriente como una zona de constantes conflictos internos para rapiñar sus numerosos recursos naturales.
Además, Siria, con una privilegiada ubicación geográfica, en la costa oriental del Mar Mediterráneo, constituye el puente natural entre el interior del mundo árabe y su comercio marítimo con Europa, sin contar sus amplios yacimientos petrolíferos y gasíferos, su patrimonio maderero y mineral, por solo mencionar algunos.
A ello se le suma que el gobierno sirio forma parte activa de organizaciones internacionales como el Grupo de los 77 y China, cuyo objetivo principal resulta la mancomunidad de fuerzas en beneficio igualitario de todos y por si fuera poco, Damasco es un amigo querido de otros países que se encuentran hace años en la mira de los ataques imperiales, dígase Rusia, Irán, China, Cuba, Venezuela, Vietnam, entre otros, con quienes mantiene relaciones comerciales y económicas de ayuda común.
Por eso, en lo que va de año, el gabinete de Bejamin Netanyahu ha lanzado 21 ataques aéreos contra enclaves sirios, uno de los últimos el pasado 28 de agosto, que dejo inoperativo el Aeropuerto Internacional de Alepo, dirigidos también a prolongar la imagen de inestabilidad del país ante la comunidad internacional, interesada en promover al territorio sirio como una ruta turística importante, sustentada en sus inigualables monumentos, en los que confluyen restos de las más antiguas civilizaciones que poblaron el mundo.
Y es que, tras más de una década de guerra, el pueblo sirio ni se ha rendido, ni se ha cansado, ni ha dejado de construir un futuro mejor para sus hijos y eso, sencillamente, molesta.
Heredero de la legendaria resistencia árabe, la nación siria no entregará tan fácil su soberanía, a pesar de los miles de compatriotas muertos, los millones de millones de dólares en daños y la pérdida de varias de sus maravillas naturales y arquitectónicas únicas y milenarias.
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