Desde el silencio: desvelos por un país
Camina seguro, decidido, aún en medio de tempestades. Es muchas veces el primero en llegar, el último en irse, el que no duerme, el que se sobrepone a dolores personales para cubrir necesidades ajenas, el que lleva a su espalda la vigilia insomne por la vida de quien tiene en sus hombros la responsabilidad de un país.
Deja para luego vacaciones, paseos, fiestas, casa, familia porque su deber es más grande que todo, incluso de la sangre que corre por sus venas. Detrás de una coraza que puede parecer invencible se esconde también música y amor, sensibilidad y lágrimas de quien ha aprendido a vivir casi invisible, callado, fantasma, silencioso, imperceptible, pero quién puede salir del fondo de un abismo si las circunstancias así lo ameritan.
Dentro del caos no siente miedo, o al menos no lo aparenta, aún cuando batalla en sus adentros frente a grandes tempestades. Puede haber dejado a un niño enfermo en casa, a alguien que espera, quizás a uno que está por nacer, sin embargo, está donde tiene que estar, a miles de km, poniéndole tal vez el pecho a las balas, a las que tiene que enfrentar no por él, si no por otro corazón en el que late un pueblo.
A los simples mortales que caminamos a su lado solo nos queda entenderlos, rezar, si creemos en algo, porque la llave vuelva a sonar en la puerta, porque eso significa que la coraza invisible y casi invencible regresó a casa.
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