jueves, 28 marzo 2024

El arte de la buena educación

¿Qué son y para qué sirven las buenas formas? ¿Cumplimos con ellas todos los días? ¿Las aplicamos en todos los contextos? Interrogantes aparentemente sencillas pero que en el día a día pasamos por alto, lo que conlleva, muchas veces a manifestaciones irrespetuosas.

¿Qué son y para qué sirven las buenas formas? ¿Cumplimos con ellas todos los días? ¿Las aplicamos en todos los contextos? Interrogantes aparentemente sencillas pero que en el día a día pasamos por alto, lo que conlleva, muchas veces a manifestaciones irrespetuosas.

La clave principal de cualquier manual de buen comportamiento consiste en respetar la diferencia, y por tanto, al otro. Se trata de No molestar a los semejantes y tratarlos como nos gustaría que nos tratasen a nosotros. Se trata precisamente de mostrar sensibilidad hacia los sentimientos, creencias o formas de vida de otros individuos, pues a fin de cuenta para los demás, también formamos parte de los otros.

Aunque es cierto que todas las culturas y naciones no asumen estos hábitos de la misma manera, sí existen normas universales que denotan la educación de los habitantes: devolver un saludo, no hablar a gritos, ceder el paso a mujeres y ancianos, comer con mesura, y dar las gracias.

Estas prácticas son reconocidas y aplaudidas a nivel planetario y su implementación data desde el Renacimiento, cuando Erasmo de Rotterdam escribiera el ensayo De la urbanidad en las maneras de los niños, donde dejaba clara la necesidad de implementar estos hábitos, sobre todo desde edades tempranas para así contar con mejores hombres en el fututo.

Lamentablemente el anhelo del humanista y filósofo holandés cada día pierden más terreno en la sociedad, que si bien ha alcanzado notables niveles de instrucción, los de educación no resultan ya directamente proporcionales a los primeros, de ahí que hablemos de crisis de valores, entro otras. Porque, en primer lugar, hemos olvidado que el primer paso para ser educados es convivir, lo que significa no imponer nuestras propias reglas y asumir también las del otro.

Para ello, el primer paso, se trata precisamente de armonizar con nosotros mismos desde lo individual, para luego poder entendernos con el otro. Y aunque hoy proliferan las manifestaciones de agresividad verbal entre los ciudadanos a partir de disimiles factores económicos, sociales y personales, esto no puede ser una justificante para maltratar al resto. Menos aún en instituciones y establecimientos públicos como hospitales, empresas y establecimientos de la red minorista de comercio.

Y realmente la cuestión de retomar la educación no es un asunto tan imposible si cada cual, desde lo individual, para luego llevarlo a lo colectivo establece rutinas sociales que poco a poco hemos ido perdiendo.

Saludar, la regla más básica del civismo sería un excelente punto de partida, no solo para alegrarle el día al recién llegado que tal vez requiera nuestros servicios, sino para nosotros mismos y así encarar mejor una jornada que realmente resulte provechosa.

Otro buen punto sería corregir nuestro lenguaje, tanto en los escenarios más íntimos como los públicos, pues los gritos, las palabras obscenas y hasta los insultos se han adueñado los miso del transporte público, de la fila en la panadería y hasta del vocabulario infantil.

Asimismo, es tiempo ya de saber escuchar para luego lograr que nos escuchen y no intentar opacar al otro con nuestras imposiciones y reglas que lejos de mostrar razones objetivas, solo conducen a la irritabilidad y predisposición. Un hecho recurrente sobre todo en el sector laboral donde las incomprensiones, generacionales o no, se han hecho sentir con mayor fuerza.

Vivimos en una sociedad perfectible y cuya transformación depende de lo que seamos capaces de hacer por ella. Prestar atención a los detalles del día a día resultan hoy tan importantes como el crecimiento económico o las transformaciones políticas, pues un país se construye desde lo más profundo de cada individuo para luego, todos juntos , hacer más como pueblo.


Carmen Milagros Martín Castillo

Periodista Licenciada en Periodismo por la UCLV 2012. Editora del sitio web de Telecubanacán, amante del universo digital.

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