sábado, 27 abril 2024

La UE y su “protagonismo” en el Medio Oriente

El peso de Oriente Medio en Europa no solo es un producto de siglos pasados, sino también del presente y probablemente del futuro, porque es, antes que nada, el vecino oriental europeo  y éste es un hecho ineludible y tanto en el pasado como en la actualidad, los acontecimientos ocurridos en Oriente Medio dejaron y dejan su reflejo en Europa y viceversa.

Durante siglos el Medio Oriente, su posición geográfica y estratégica, su cultura y sus incontables recursos naturales, han sido centro de atención de los imperios occidentales y de los gobiernos modernos, constituyendo un cruce de caminos de importancia histórica hasta nuestros días.

En ese sentido, la Unión Europea (UE) sitúa a la región, sobre todo la franja del Levante Mediterráneo, como eje protagónico de su política exterior, desde el establecimiento  de este acápite a través del Tratado de Maastricht.

Sin embargo, la UE no tiene un enfoque único y general para la conducción de sus relaciones con Oriente Medio. En cambio, posee un conjunto de políticas entrelazadas hacia subregiones específicas, países y áreas “problemáticas”.

Entre estas políticas destacan las relaciones euro-mediterráneas, su postura en el conflicto palestino-israelí, la cuestión nuclear iraní, las relaciones con Turquía, la guerra en Siria, entre otras, las cuales, lógicamente, varían lo que el Viejo Continente considera como consolidación de la democracia y el Estado de Derecho o el respeto de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales.

Tras la Primera Guerra Mundial  emerge un nuevo mapa producto de la colonización europea en la zona, marcando el panorama geopolítico de Oriente Medio con consecuencias arrastradas hasta el presente 2023.  Desde entonces, potencias europeas, Estados Unidos  y la URSS (ahora Rusia),  han intervenido en la zona por intereses diversos.

Ello trajo consigo una compleja descolonización y una aún más difícil formación de los Estados, la más complicada, sin lugar a dudas, la creación del Estado de Israel, a lo que se suma la interferencia de las grandes potencias en las políticas regionales, panorama que ha marcado decisivamente los acontecimientos regionales del siglo XX y de lo que va del XXI.

Todos estos elementos han convertido al Medio oriente  además, en escenario fundamental del enfrentamiento de los grandes gigantes de la Guerra Fría o en campo de batalla contemporáneo entre Washington y Moscú.

El peso de Oriente Medio en Europa no solo es un producto de siglos pasados, sino también del presente y probablemente del futuro, porque es, antes que nada, el vecino oriental europeo  y éste es un hecho ineludible y tanto en el pasado como en la actualidad, los acontecimientos ocurridos en Oriente Medio dejaron y dejan su reflejo en Europa y viceversa.

Con la desaparición tras la Primera Guerra Mundial del  Imperio Turco-Otomano y el fin de su dominio en la zona,  llegó el acuerdo Sykes-Picot, un proyecto colonial pactado entre Francia y Gran Bretaña,  que estableció  y determinó el reparto de la zona entre ambas potencias vencedoras en el conflicto.

Dentro de esta repartición del mundo quedó establecido el Estado de Israel, como la “tierra prometida” a la diáspora judía desperdigada por los cinco continentes, con una Palestina bajo dominio británico y la proposición de una convivencia pacífica entre árabes y sionistas pactada en la Declaración Balfour. Está de más decir que aquella promesa no pasó de eso: palabras  entintadas en un documento engavetado y el avivamiento de un conflicto étnico y religioso que pervive y se recrudece en la actualidad.

Tras más de siete décadas, la comunidad europea continúa con su apoyo irrestricto al régimen israelí y cierra los ojos o da la espalda a las decenas de vidas palestinas que ha cobrado ya dicha guerra.

En el caso del programa nuclear iraní que se inició en la década de los años 50, resulta hoy uno de los blancos de los enfrentamientos entre EE: UU y Rusia, basados en la “preocupación” norteamericana  acerca de la seguridad internacional, lo que no es más que otra demostración del hostigamiento de la Casa Blanca hacia quienes sean aliados del Kremlin.

Por supuesto, dentro de este escenario la UE, también “preocupada”, alineó sus opiniones una vez más a favor de Washington y los intereses de la OTAN, a pesar de que el gobierno estadounidense sigue siendo el responsable del lanzamiento de las dos bombas atómicas que ha conocido la humanidad, con secuelas hasta el presente.

Entonces, cabría concluir que la UE se erige como un factor determinante y responsable del actual caos que vive la región, conflictos que, sobre una base de discrepancias religiosas, culturales y étnicas de siglos, han sido aprovechados y se han transformado en una guerra de rapiña de las grandes potencias occidentales ávidas de recursos energéticos y naturales presentes en Medio Oriente.

Además, el Viejo Continente es hoy el aliado más fiel de los intereses del gobierno de turno en Washington, sin diferencia entre republicanos y demócratas, con el doble rasero de reclamar justicia y paz para los pueblos levantinos y a la vez apoyar la injerencia norteamericana en la zona, ejemplos concretos sobran: Siria, Afganistán, Irak…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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