jueves, 25 abril 2024

Un Caballero por la vida

A la hora de tomar una decisión, que puede resultar trascendental en el futuro y la evolución de los pacientes, todos quieren tener el criterio del profe Caballero, como le dicen sus colegas de manera cariñosa. Además de darles tranquilidad, denota la confianza en una de las principales autoridades de la terapia intensiva en Cuba

Tiene 72 años, mas, por su ímpetu, pareciera tener 20. En estos días de intenso trabajo se le nota preocupado, y no es para menos. Sobre sus hombros recae gran parte de la responsabilidad por lo que acontece en las salas de cuidados intensivos de la provincia, donde se define la vida de las personas que han contraído la COVID-19.

A la hora de tomar una decisión, que puede resultar trascendental en el futuro y la evolución de los pacientes allí ingresados, todos quieren tener el criterio del profe Caballero, como le dicen sus colegas de manera cariñosa. Además de darles tranquilidad, denota la confianza en una de las principales autoridades  de la terapia intensiva en Cuba, el doctor Armando Caballero López.

Aunque por razones lógicas de la edad se ha tratado de preservarlo, no arriesgándolo dentro de las salas de cuidados intensivos cada día, a las dos de la tarde, el avezado especialista encabeza en el hospital militar Comandante Manuel Piti Fajardo, de Santa Clara, una videoconferencia en la que participan los intensivistas que están en el borde delantero del peligro, para, entre todos, discutir el proceder indicado con los casos graves y críticos internados allí.

Aunque por modestia él no lo diga, resulta evidente la manera en que todos quieren escuchar sus sabios consejos e indicaciones sobre la conducta a seguir. «No solo aporto, también aprendo muchísimo de los jóvenes que están al frente de esta batalla, a quienes trato de enseñarles lo que sé, e inculcarles, además, el amor que lleva esta profesión», expresa con humildad el doctor Caballero.

«Ante la magnitud de la pandemia, ha sido necesario capacitar, sobre la marcha, a médicos que estudian la especialidad y otras ramas, para poder asumir el reto, teniendo en cuenta que se han establecido ciclos de trabajo y de descanso, además de una etapa de aislamiento para quienes laboran en esas áreas», explica Caballero López, quien asume la función de experto principal en la preparación de esas personas.

«Se trata de una enfermedad a la que nos enfrentamos por primera vez, por lo cual resulta vital tener en cuenta nuestra vasta experiencia en el tratamiento de otros virus, y también las de otras naciones», aclara el jefe de los Servicios de Cuidados Intensivos del hospital Arnaldo Milián Castro, de Villa Clara. 

Han sido días y jornadas de intenso bregar para Armando Caballero y los intensivistas del territorio, entre quienes se cuentan sus dos hijos, Jorge y Armando, que decidieron seguir el camino de su padre. A ellos, y al resto de las personas que se baten por la vida en las salas de cuidados intensivos, el Premio Nacional de salud 2011 les recomienda: «Ser profundamente humanos, porque se van a vincular con el enfermo grave y con la muerte. Deben poseer cualidades técnicas, como conocer la clínica, la farmacología y los métodos de reanimación, entre otros. Además, estar siempre dispuesto a colaborar, sin complejos, con especialistas de diversas ramas de la Medicina, quienes también pueden cooperar en el tratamiento del paciente grave».

Y cuando le pregunto acerca de su reacción ante la muerte de un paciente, mira para el techo de su hogar, medita varios segundos y contesta: «Al intensivista es al médico que más pacientes se le mueren, pero uno nunca se acostumbra a ello. Uno se adiestra para luchar por la vida, que es lo que hacemos en estos momentos en Cuba. Por eso también me alegro mucho cuando logramos salvar a un enfermo. Ese día soy la persona más feliz del mundo».


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