Otras historias de amor… un camino de incertidumbre
«Nunca sentí vergüenza de tener a mi hijo con esa condición», dice y me es difícil no creerle mientras lo miro y en sus ojos distingo el orgullo.
Tener un hijo es también estar expuesto a la interrogante constante de ¿cómo será? ¿lo cuidaré bien? Y quizá nadie esté preparado para que sea diferente, para que se aleje de “la norma”, pero en cuanto llega al mundo más vale abrazar la incertidumbre y renunciar a los tabúes.
Pedro afirma saberlo perfectamente. «Tuvo un círculo infantil muy regular hasta los tres años, y luego nos dimos cuenta de lo retraído que estaba cuando apenas hablaba». Poco tiempo después su hijo, hoy de 14 años, fue diagnosticado con Trastorno del Espectro Autista.
Él y su esposa –la madre– asistieron a las consultas médicas para tratar de «descifrar» lo que acontecía. Les golpeó la noticia, argumenta, hasta que se instruyeron y comprendieron que, en el mundo del niño, sí les era permitido entrar.
«Actualmente él no habla, pero lo entiende todo. Al principio mi esposa, un poco tímida, no quería que saliera a la calle, lo sobreprotegía. Pero en estos casos es mejor no malcriarlo en exceso, porque en muchas ocasiones los padres que tenemos hijos con alguna discapacidad lo hacemos pensando que es un signo de amor, pero realmente lo alejamos del choque con la sociedad».
Lo cuenta y pierde su mirada a lo lejos; lo observo. Tal vez esté rememorando las cuantiosas ocasiones en que los tres paseaban por las ferias, se montaban en las guaguas… construyendo poco a poco su cotidianidad como si solo habitaran ellos en esta Isla.
***
Cuando conocí a Richard sentí como si un imán me impidiera dejar de observarlo. Estaba sentado dibujando quién sabe qué, mientras a su alrededor la música estridente hacía a sus compañeros bailar.
Me lo presentaron:
–Tiene Síndrome de Down, dijeron y quise conversar con él.
–¿Cómo te sientes?
–Yo bien, trabajo en el huerto, sí. Hay una pila de amigos, me contesta Richard.
La curiosidad de periodista hace que quiera saber más, que me cuente de sus hazañas, de su familia, de él.
«Yo friego los platos, yo cocino…le canto a mi abuelita y quiero mucho a mamá y papá». Me dice que está enamorado, que su muñeco de juguete es su hijo y se llama Samuel.
La madre, Marta, habla de las muestras de cariño que tiene su hijo con el resto de las personas y de la satisfacción de tenerlo.
«Yo trabajo casi las 24 horas y cuando llego, Richard ya ha botado la basura y limpiado la cocina. Es una persona independiente, muy bueno».
Bien sabe Marta que criar implica abrirse a las vulnerabilidades y a la falta de certezas. Que la incertidumbre es también un camino de aprendizaje y desplazamiento, por eso dice: «hay que darles más oportunidades a los niños y niñas con cualquier tipo de discapacidad para que demuestren lo que son capaces de hacer».
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