Salvar la cultura es también salvar la Patria
No es casual que en los afanes colonizadores de quienes detractan la libertad de los pueblos sea la cultura un blanco invariable.
No es casual, porque quien despoja a un pueblo de su cultura, que es lo mismo que despojarlo de su identidad, lo deja en la más extrema indefensión, en un estado de decadencia y desamparo que no logran ejércitos ni armas ni bombas. Mientras la cultura vive, vive un pueblo.
Fue por eso que aquel hombre, preclaro como pocos, excepcional visionario de los destinos de la humanidad, entendió que salvarla era imperativo para la pervivencia de la soberanía, de la libertad a tan alto costo conquistada.
Por eso, la cubana fue también, a la par de social, una revolución cultural. Una que removió ese concepto desde sus cimientos, lo dignificó, y recuperó de ese modo el orgullo de un pueblo por la confluencia de razas, tradiciones, credos, saberes y artes en lo más profundo de sus esencias.
La cultura pasó a ser desde entonces, como nunca antes, espada y escudo de la nación, como había predicho ya el Apóstol, como mandaba la historia, como imponía la naturaleza patriótica y rebelde del cubano.
Cada batalla ganada en su nombre cuenta también como victoria para todo aquello en lo que creemos, para el país con el que soñamos, para nuestra defensa siempre manifiesta de las causas nobles. La cultura se ha erigido, por derecho propio, en estandarte de esta Isla, y en una de las poderosas razones por las que se nos admira en este mundo.
Defenderla, salvarla, ha sido para nosotros decisión irrenunciable. Fieles a esa promesa pactada de corazón y principios, navegamos las cruentas aguas de los intentos perennes de colonización cultural, de deconstrucción simbólica, de llamados incesantes a la pérdida de identidad, a desconocernos como cubanos.
Ignorar esos peligros, o pretender que no hacen en nosotros mella alguna, implicaría pagar el precio más alto de la ignorancia, la transculturación macabra que viene de la mano de la conquista.
Entendamos entonces el peligro, y seamos resilientes y prolijos en alternativas al asedio cultural. Hagámosle saber al enemigo, en este y todos los días, que la cultura cubana y sus valores fueron, son y seguirán siendo su anhelo inalcanzable, porque hay muchas cosas con las que jamás ha negociado este pueblo, y su cultura se encuentra en la cúspide de todas ellas.
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