domingo, 19 mayo 2024

La violencia contra las mujeres en el “ojo” de las redes sociales

En la sociedad cubana, patriarcal por herencia de esa sangre española que corre por nuestras venas, los casos de violencia de género, la inmensa mayoría infligidos por parejas o ex parejas, así como algún familiar cercano de la víctima, no resulta un patrón nuevo ni reciente, constituye una tendencia, prácticamente desde la llegada de Cristóbal Colón a las costas de Oriente.

Elena, Marta, Fernanda, Yeni, Daniela. El nombre no importa. Todas tienen en común el hecho de ser mujeres y, desgraciadamente, ellas pueden tener también un denominador similar: sufrir en silencio la violencia machista cuando se cierran las puertas y ventanas de sus hogares.

Este panorama no es ajeno a nuestra sociedad, aun cuando Cuba no figura, según estudios de organismos internacionales como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), entre las naciones con cifras más significativas de este fenómeno social en la región.

A pesar de ello, en los últimos meses noticias de agresiones y asesinatos contra mujeres, principalmente jóvenes, en varios municipios del país, inundan las redes sociales, provocando el descontento de la sociedad y sobre todo, el malestar de allegados y amigos, quienes padecen a la luz pública un dolor tan profundo y personal.

Pero ¿qué se esconde detrás de este fenómeno? ¿Por qué darle tanta publicidad a hechos de esa naturaleza, que violan, ante todo, el derecho a la privacidad de la familia cubana?

Lamentablemente, las respuestas a estas y otras decenas de interrogantes, pasan otra vez, como es común al tratarse de nuestra nación, por el prisma amargo de la política y las campañas mediáticas construidas desde fuera de fronteras contra la mayor de las Antillas.

En la sociedad cubana, patriarcal por herencia de esa sangre española que corre por nuestras venas, los casos de violencia de género, la inmensa mayoría infligidos por parejas o ex parejas, así como algún familiar cercano de la víctima, no resulta un patrón nuevo ni reciente, constituye una tendencia, prácticamente desde la llegada de Cristóbal Colón a las costas de Oriente.

Y como los genes son imparables, la sociedad patriarcal y machista ha ido heredándose generación tras generación y, a pesar de que desde el triunfo de la Revolución el primero de enero de 1959, gracias al trabajo incansable de Vilma Espín y otras tantas guerrilleras, la mujer cubana ocupa en la sociedad el mismo lugar que cualquier hombre, lo cierto es que, entre las cuatro paredes de muchas casas, todavía  las féminas podemos ser consideradas inferiores o simples objetos sexuales.

Al respecto, a pesar de las múltiples campañas educativas contra la violencia de género, los proyectos educativos en escuelas y universidades, la orientación precisa de médicos y especialistas, todavía, la inmensa mayoría de las mujeres víctimas de agresiones no denuncian los sufrimientos que padecen, sobre todo por varias razones fundamentales: amenazas del victimario, prejuicios arcaicos junto al temor a ser “señaladas” y la creencia infundada de que las autoridades pertinentes poco o nada podrán hacer.

En medio de esta situación, el desconocimiento de nuestros procedimientos legales condiciona también dicha actitud de silencio, por lo que resulta fundamental señalar que desde la aprobación del nuevo Código Penal por los diputados de la Asamblea Nacional del Poder Popular, la familia cubana ha dado otro paso importante en el avance para la erradicación de circunstancias como esta.

Ahora, padres, madres, amigos, vecinos, compañeros de trabajo pueden ayudar, pueden denunciar, pueden evitar el calvario de aquellas que aún temen alzar su voz.

Ante un contexto complejo vivido por nuestro país, recrudecido tras la pandemia de la COVID-19, en un escenario de lucha constante por sacar adelante una economía profundamente afectada, fenómenos como este de la violencia hacia las féminas acapara hoy titulares de diversos medios contrarrevolucionarios, cuyo único propósito es el de desacreditar las acciones gubernamentales, jamás el de ayudar a denunciar, a esclarecer y, muchísimo menos, el de apoyar a quienes padecen dichos ataques.

Exhibir el dolor humano vuelve a ser tergiversado, vuelve a ser utilizado, vuelve a ser manipulado, con el objetivo cimero de politizar hechos sociales que, por desgracia, un por ciento de los cubanos todavía no ha superado.

Otra vez, nuestro presidente es el “único culpable” de un machismo heredado hace 5 siglos, otra vez, vuelve nuestro gobierno a ser el “único culpable” de las desviaciones de conducta de algunos hombres que no han evolucionado de la época de las cavernas, otra vez, descontextualizar un hecho se convierte en estrategia para atacar el trabajo de quienes intentan cada día, llevar adelante un país.


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