miércoles, 24 abril 2024

El celular y la civilidad

El uso de celulares constituye una práctica del mundo moderno que está presente en cada momento de la vida diaria, aún cuando muchas veces atente contra la educación.

Por suerte, posibilidad o necesidad, cada vez es mayor el número de cubanos que portamos un teléfono celular. Digo suerte, porque es un aparato ya casi imprescindible en la vida moderna; digo posibilidad porque implica tanto en su adquisición como en su costo de funcionamiento una apreciable cantidad de dinero; y digo necesidad por las importantes acciones que nos permite realizar la posesión y buen uso de esta maravilla de la tecnología.

Con el celular estamos siempre ¨a mano¨ como se dice, y cada vez son menos las zonas de silencio; con él también sacamos todo tipo de cuentas y podemos organizar mejor nuestro tiempo y plan de trabajo. Es un soporte exquisito de muchos y complejos juegos digitales que realmente entretienen; nos permite también grabar en sonidos e imágenes el mundo que nos rodea en cada instante y con mayor calidad,  y también   nos conecta vía internet accediendo a contenidos de todo tipo y aportando los nuestros.

En otras palabras, con el celular el mundo se hace chiquito o por lo menos al alcance de la mano y la comunicación casi que se hace plena… casi.

Este aparato ha adquirido tal prominencia y uso, que quizás pueda decirse que ha entrado en el selecto club de los imprescindibles de la vida humana, como la rueda, la vestimenta y el calzado, la silla, la cama, los refrigeradores, la televisión, los vehículos de transporte terrestre, marino o aéreo, los equipos de cocción, los relojes así como las redes hidráulicas, sanitarias, eléctricas y telefónicas y los combustibles, entre otros pocos.

Si usted porta un celular entonces siempre está ahí, al alcance casi inmediato de aquellos para quienes usted decidió estarlo, y entonces, en cualquier lugar y momento del día o la noche, en medio del bullicio más trepidante o del silencio más tranquilizante, estalla el timbre de un celular y se abre otra conversación sin que medie nuestro rostro ni presencia física.

Casi que, con el perdón de Shakespeare, podría decirse que ¨tener o no tener celular, esa es la cuestión¨.

Yo creo sinceramente que el punto, después de tenerlo, es usarlo bien, sin desmedro de otras formas comunicativas y sin que afecte la lógica de nuestra presencia en un lugar o actividad social.

El celular es un aparato pequeño con una pantalla de mayor o menor resolución que contiene información de muy diverso tipo, complejidad visual y sonora, por lo que necesita una atención total de los sentidos correspondientes sin contar que reclama un esfuerzo intelectual apreciable para decodificar tanto lo que se recibe como lo que se transmite.

En otras palabras, la manipulación del celular requiere una concentración casi total lo que lo hace incompatible o muy difícil de simultanear con otras acciones que comúnmente realizamos.

De lo anterior se desprende que cuando uno atiende al celular no puede hacerlo con otro asunto de alguna complejidad, excepto la capacidad que tiene el aparato de avisarnos cuando nos llaman o nos envían un mensaje.

Es de notar, y para mal, que muchas veces vemos a personas en reuniones, actos públicos, debates colectivos y otro tipo de acciones comunes que en vez de atender al que está hablando o exponiendo, lo que hacen es concentrarse olímpicamente en el manejo de su teléfono y no precisamente porque  le esté avisando de una llamada, sino porque parece que comunicarse con alguien, navegar en el ciberespacio o atender algún asunto en el aparatico le es más importante o interesante que lo que ocurre en el escenario al que él decidió asistir.

Y eso lo hacen lo mismo los de la platea que los del plató principal. Ya se ve como algo snob porque está muy al uso y hay gente que pone cara de estar muy concentrado en el intercambio vía celular, que entre otras cosas da la posibilidad de ¨escaparse¨ de un lugar sin necesidad de irse físicamente.

Hay algunos que hasta se ríen, fruncen el ceño y gesticulan en total sintonía con lo que reciben y envían, mientras que en su espacio real y en vivo el ambiente puede estar en otro tono.

No creo que la solución a tan liviana costumbre sea la prohibición de entrar o usar los celulares en ambientes colectivos de reunión, porque es muy útil cuando nos avisa de una llamada o mensaje urgente o cuando se utiliza para buscar una información que aporte a la actividad en que se participe.

Fuera de eso, los otros usos lo que demuestran es que para el portador comunicarse o usar el celular en ese momento es más importante que hacerlo en vivo y en directo con sus acompañantes.

A ver si un día alguien se ríe por un chiste que le hayan enviado vía celular mientras que otra persona cerca de él lo increpó ofensivamente… sería gracioso pero puede ocurrir.

Es un asunto de sencilla pero útil civilidad  y hasta de sentido común, porque simplemente el celular es una herramienta maravillosa y ya imprescindible para muchas tareas, pero sobre todo para comunicarse, mas no debe ser el protagonista perenne de nuestro entorno inmediato porque no puede sustituir la magia y la eficacia de la comunicación directa rostro a rostro.

Mientras tanto esto no se comprenda, veremos cómo es verdad que en muchos lugares no son todos los que están ni están todos los que son… y ahora gracias también al vicio del celular.


Luis Evidio Martínez Díaz

Periodista Graduado en la UH como Licenciado en Periodismo 1991, prefiere el debate y el análisis de los acontecimientos que le circundan.

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