sábado, 27 abril 2024

De los 112 niños que laboran de sol a sol en el surco, ninguno es cubano; de los 16 millones que arriesgan su vida en el sector industrial, ninguno es cubano; de los 31 millones de menores que doblan y triplican jornadas en el sector de los servicios, ninguno tampoco es cubano, porque en Cuba, esta Cuba, acosada, bloqueada, asfixiada, un niño es un tesoro sagrado, un niño es siempre lo más importante.

Cuando este 16 de abril el orbe conmemore, como cada año, el Día Mundial contra la Esclavitud Infantil, desgraciadamente la jornada será empañada por otro triste aumento de este flagelo contra los infantes, principalmente en más del 97 % de los llamados “países en desarrollo”, grupo de naciones que incluye a Cuba, sin embargo, ninguno de esos pequeños es cubano.

En ese sentido, el más reciente informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (en inglés Unicef), muestra que en la actualidad de los 352 millones de niños y niñas entre 5 y 17 años que trabajan en el mundo, 180 millones (uno de cada 12) lo hace en situaciones de explotación, enfrentándose a las peores formas de trabajo infantil.

Esto significa que realizan labores peligrosas, son sometidos a esclavitud o trabajos forzados, son reclutados por grupos armados o son utilizados para su explotación sexual o para realizar actividades ilegales.

Al respecto, el propio informe de dichos organismos de las Naciones Unidas definió ocho formas de esclavitud infantil que, en pleno siglo XXI, padece la infancia de buena parte del mundo hoy.

La trata infantil, la explotación sexual con fines comerciales, trabajo forzoso por endeudamiento, trabajos en la minería, labores agrícolas, niños soldados, matrimonios infantiles y la esclavitud doméstica constituyen las principales variantes de sometimiento de los niños, fenómenos causados por situaciones como la pobreza y las discriminaciones étnicas y religiosas, por solo mencionar algunos de manera general.

Sobre este tema, Guy Ryder, Director General de la OIT, dijo que “las nuevas estimaciones constituyen una llamada de atención. No podemos quedarnos impasibles mientras se pone en riesgo una nueva generación de niños.”

Aunque en menor medida, naciones del primer mundo no escapan de este panorama y los ejemplos circulan también en medios de prensa de reconocido renombre.

“Era casi medianoche en Grand Rapids, Míchigan, pero dentro de la fábrica todo estaba lleno de luz. En una cinta transportadora, las bolsas del cereal Cheerios pasaban ante un grupo de jóvenes trabajadores. Una era Carolina Yoc, de 15 años, que el año pasado llegó sola a Estados Unidos para vivir con una pariente a la que no conocía.”

Así iniciaba, nada más y nada menos que el The New York Times, uno de sus principales reportajes de su edición del pasado 25 de febrero.

En contraposición a este y otros cientos de casos y a pesar de las constantes críticas a nuestro gobierno, a nuestra prensa, a nuestro presidente y prácticamente hasta al aire que respiramos, en la mayor de las Antillas, aun en medio de las difíciles circunstancias económicas que nos impone el bloqueo, ningún niño es víctima de uno de los azotes más crueles que enfrenta la humanidad.

De los 112 niños que laboran de sol a sol en el surco, ninguno es cubano; de los 16 millones que arriesgan su vida en el sector industrial, ninguno es cubano; de los 31 millones de menores que doblan y triplican jornadas en el sector de los servicios, ninguno tampoco es cubano, porque en Cuba, esta Cuba, acosada, bloqueada, asfixiada, un niño es un tesoro sagrado, un niño es siempre lo más importante.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *