jueves, 18 abril 2024

Pandora, la familia, el perdón y la novela cubana

A pocos días de terminar Los hijos de Pandora, la novela ha suscitado más de una reacción entre sus televidentes. Desde hace ya varias entregas el espacio destinado a la novela de factura nacional retoma terrenos perdidos desde hace décadas ante su competencia brasileña. Una calidad que se agradece en un público ávido y telenovelero, fieles herederos de aquel primer show radial que patentó…

A pocos días de terminar Los hijos de Pandora, la novela ha suscitado más de una reacción entre sus televidentes. Desde hace ya varias entregas el espacio destinado a la novela de factura nacional retoma terrenos perdidos desde hace décadas ante su competencia brasileña. Una calidad que se agradece en un público ávido y telenovelero, fieles herederos de aquel primer show radial que patentó el Derecho de nacer y dejó en Cuba una tradición de la que no escapa ni el macho más cabrío.

Desde que Vuelve a mirar llevó el debate a las redes sociales disímiles grupos se forman para debatir, con no siempre tolerancia a criterios diversos, cada una de las historias, reacciones, gazapos y emociones de quienes protagonizan en todas sus aristas las novelas cubanas. Nada pasa desapercibido y los debates se trasladan a terrenos personales y de la vida cotidiana, olvidando, en más de una ocasión, el hilo transparente, pero existente, entre reflejo de la realidad y la realidad misma. Nada, que muestra una Cuba, pero desde la ficción y ese pequeño detalle nunca puede perderse de vista.

Los hijos de Pandora llegan de la mano de Ernesto Fialló, con guion de Ariel Amador Calzado y música (fórmula ya empleada antes por el director) de Raúl Paz a los que se suman Ray Fernández e Isis Flores. De manera singular tiene a cuatro protagonistas, masculinos, sus historias y vericuetos en sus individualidades diversas, particularidades y tormentos que se originan de la pérdida de su madre desde pequeños. Hermanos que tienen como tronco raíz a una Petra, la abuela horcón de la familia que ordena y protege, imperfecta y amorosa, que nos hace recordar a la abuela cubana en todos sus gestos, peleas, dicharachos y dulces, cubanía a pulso puede encontrarse en ella.

Y aquí se encuentra, desde el punto vista de esta periodista, uno de los valores por el que más apuesta la novela cubana actual: la familia. La familia diversa y variopinta, en todas sus expresiones y complejidades en un momento necesario donde la división del núcleo familiar está marcada por fenómenos tan actuales y difíciles como la emigración.

Ninguna historia se muestra desde la perfección ni el vivieron felices por siempre. Divorcios y abandono filiar, paternidad desconocida, infidelidades, parejas interraciales, embarazo que proviene de una persona homosexual, la maternidad que se asume de la toxicidad de la sobreprotección y el aislamiento, los hijos que no son de sangre, pero se aman como tal. La familia, que se escoge o se asume por herencia, pero que cala y perdura. Idea defendida hace pocos capítulos en uno de los diálogos entre Raidel y Andrés como colofón de que, amén de asperezas y desencuentros, es el hogar el mayor refugio que puede encontrar una persona. Hacia esa idea nos guía la entrega cubana de lunes, miércoles y viernes.

En esas imperfecciones de los personajes ¿acaso todos no lo somos? vuelve otra idea una y otra vez, la necesidad del perdón a los demás y a uno mismo para sanar y lograr el crecimiento personal y ser feliz. Cada personaje con sus luces y sombras en un diseño dramático creíble que demuestra la calidad del guion. Personas que exigen, pero se equivocan; que se creen perfectos, mas provocan daños a terceros; que aman, aunque traicionen amistades o parejas; que defienden la verdad cruda y con su apego a ella hieren. Cada uno con sus ángeles y demonios remarca sus historias hasta hacernos encontrar en ellas un ápice, quizás, de nuestra cotidianeidad.

Indiscutiblemente el mayor logro de estas últimas entregas de la novela cubana se encuentra en alcanzar el camino de la aceptación y el triunfo dentro de casa, un guion y dirección con mayor acabado e intencionalidad dramatúrgica y no pasar desapercibida. Orgullo nacional por un género que se vive y disfruta con intensidad, que provoca debates y (des) encuentros y mueve la opinión pública como si se tratara del transporte o la subida de los precios.

Aunque toda obra es perfectible, (deben ser mucho más cuidadosos en temas de continuidad de escenas en edición, vestuarios y peinados o limpieza de los audios y los niveles de la música), la salud de la telenovela con factura nacional parece recobrar su buen semblante.  Pasión que se vive con intensidad desde las redes sociales tras cada emisión o en la tranquilidad del hogar, donde sin importar género o edad todos ocupan un sillón cuando se anuncian los primeros acordes de la presentación de la novela cubana.


Grettel Rodríguez Bazán

Colaboradora Licenciada en Periodismo por la UCLV 2009, disfruta las creaciones audiovisuales e imparte docencia sobre televisión.

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