domingo, 13 octubre 2024

2024: otro año difícil para el mundo

El 2024 será literalmente otro año difícil para el mundo, otros 365 días marcados por la inestabilidad política y social en regiones importantes del planeta, la economía volverá a enfrentarse a inflaciones y crisis de materias primas y los recientemente establecidos nuevos gobiernos comenzarán a poner en práctica sus estrategias de mandato. Igualmente, el “trono” de la Casa Blanca volverá a estar en disputa…

El 2024 será literalmente otro año difícil para el mundo, otros 365 días marcados por la inestabilidad política y social en regiones importantes del planeta, la economía volverá a enfrentarse a inflaciones y crisis de materias primas y los recientemente establecidos nuevos gobiernos comenzarán a poner en práctica sus estrategias de mandato.
Igualmente, el “trono” de la Casa Blanca volverá a estar en disputa y su próximo ocupante, como ya es tradicional, regirá los designios de millones de personas, dentro y fuera de sus fronteras nacionales, y los extremos totalmente opuestos de la Guerra Fría moderna continuarán dictando el desarrollo de las economías ya no tan emergentes que se han propuesto independizarse de la zona de influencia de Washington.
Las venideras elecciones en Estados Unidos, el creciente extremismo en varios parlamentos, la batalla económica con China y el lamentable auge de la guerra, sin una visible conclusión a corto o mediano plazo en varios países del orbe, encabezarán las agendas informativas de este 2024.
Si los tribunales no lo impiden, resulta muy probable que Donald Trump entre otra vez al Despacho Oval y, como es habitual, ello tendría consecuencias importantes para el mundo en general.
En una campaña en ciernes a la que le queda mucho por andar, el ex mandatario republicano ya marcó pautas, bien alejadas de la política y muy cercanas a la economía (típico de quien es empresario y no diplomático) y que parece haber tocado el talón de Aquiles que tiene contra la pared a los norteamericanos de clase media hoy, o sea, la mayoría electoral que acudiría a las urnas en noviembre.
Sobre ello, el propio magnate ya dio a entender que no está muy dispuesto a continuar financiando el conflicto bélico en Ucrania, impulsado por un Biden tildado de “senil” y que le está costando más pérdidas que beneficios a Wall Street, a lo cual se suma que, en su periodo anterior de gobierno, Trump ya sopesó la realidad más inmediata y concreta: es mejor convivir con Moscú que intentar derrumbarla y ver el lado positivo del intercambio económico sin necesidad de una total simpatía en cuanto a posturas políticas es posible, de ambos lados.
Al fin de cuentas, Vladimir Putin ya demostró que la economía rusa puede sobrevivir a decenas de paquetes de sanciones y restricciones dictadas por Joe Biden y que, lejos de perjudicar a la nación eslava, han propiciado el desarrollo nacional y la producción de recursos que antes el país solo exportaba y la apertura a nuevos mercados, como el asiático y el indio.
En ese sentido, el primer día de este nuevo año el propio Putin anunció a través de un comunicado publicado por Rusia Today que su país e Irán abandonaron oficialmente el dólar en sus transacciones comerciales y han llegado y llegarán a acuerdos mutuos con la equiparación del Rublo y el Rial, sus monedas nacionales.
Dentro de este panorama, el Kremlin celebrará el venidero mes de marzo nuevas elecciones presidenciales en las que, resultaría prácticamente imposible, que el actual gobernante no continúe al frente del país más grande del mundo en un contexto bien favorable al que se suma el auge del BRICS como un mecanismo de concertación económica imprescindible y creciente para, literalmente, derrumbar de una vez y por todas la supremacía del dólar.
En materia de democracia, calificada como “tensa” en este 2024 en un artículo del The New York Times, las victorias de Milei y otros líderes populistas de derecha cambiaron los equilibrios tradicionales de la política en naciones con un amplio arraigo partidista como es el caso de la propia Argentina, dando paso a una realidad incierta que pone en peligro antiguos acuerdos económicos, gubernamentales y sociales que, en mayor o menor medida, mantenían una cierta estabilidad nacional, por encima del presidente de turno.
Sobre el belicismo reinante en zonas estratégicas de la economía y la geografía mundial, según varios expertos este 2024 podría ser el año en el que, finalmente, Kiev y Moscú lleguen a una mesa de negociaciones, sobre todo después del fiasco militar que ha significado la más reciente contraofensiva de Zelenski, las críticas internas y el apoyo cada vez más precario que recibe del congreso estadounidense. El conflicto, prácticamente estancado, al que más le está costando es al gobierno ucraniano, que necesita unos 500 mil soldados más que ahora mismo no tiene.
Por otro lado, al decir de expertos, mención aparte merece la guerra entre Israel y Palestina, que en este año no solo no parece que vaya a solucionarse sino que puede empeorar.
Por primera vez desde la Nakba de 1948 y a pesar de las diferencias entre los propios países árabes e incluso las desavenencias y desacuerdos dentro del movimiento de resistencia palestina, lo cierto es que está siendo tan sangrienta la escalada de enfrentamientos iniciada el pasado 7 de octubre, que resulta imposible cerrar los ojos ante tanta barbarie.
Si bien la crueldad de la guerra no escoge nombres ni rostros, de uno u otro bando, 75 años después de su recrudecimiento, el conflicto israelo-palestino tiene a la comunidad internacional como mudo testigo de un genocidio solo comparado al de los nazis en la Segunda Guerra Mundial.
A estas alturas, hay más preguntas que respuestas en torno a esta situación, y en una fecha en la que quizás el premier sionista Benjamin Netanyahu pensaba ya estar “libre” del estorbo palestino para sus planes en el Levante mediterráneo, el pueblo árabe, en medio de un exterminio sin precedentes, declaró que esta vez, no valdrán acuerdos políticos a medias, esta vez es todo o nada.
El pueblo palestino simplemente se cansó de ser la punta de lanza de intereses que los sobrepasan, de negociaciones millonarias para el dominio de un pedazo del mundo donde se unen, posición geográfica, recursos naturales y rutas comerciales milenarias y únicas.
Este 2024 comienza entonces con la polarización extrema de los gobiernos latinoamericanos, los conflictos sin solución en un continente africano que continúa siendo saqueado al antojo de las grandes potencias y donde la inestabilidad es el caldo de cultivo de las guerras de rapiña, una Europa que resiste en una cuerda floja entre su apoyo a la OTAN y la escasez de combustibles como consecuencia de las medidas impuestas a Rusia, el crecimiento de Beijing como el futuro más cierto de la economía y un Medio Oriente que, como es habitual, vive en pie de guerra.
Otra vez, del acercamiento de posturas de los poderosos, depende la vida de millones.

 

 


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