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El aval infinito del Dr. José Rafael Abreu

profesor abreu

El Dr. C. José Rafael Abreu García es un académico integral. Posee la totalidad de las distinciones y condecoraciones establecidas por la Educación cubana. Reconocimientos ganados gracias a sus 63 años como docente, el desempeño en unas 20 asignaturas e incontables horas clases.

Fue fundador de la Facultad de Ingeniería Eléctrica (FIE) a punto de arribar a su 65 aniversario. En marzo de 2019 le llegó la noticia de ser acreedor del Título de Doctor honoris causa, para convertirse en el primer integrante de su colectivo en recibir la distinción dentro de las Ciencias Técnicas.

En aquel momento le pidió a la rectora en ejercicio  que le concediera tiempo para pensarlo, y le sugirió que pospusiera la fecha de marzo a noviembre, a fin de que coincidiera con el entonces aniversario 60 de la FIE.

En la conversación con el destacado profesor comenzamos por evocar sus inicios.

—Si hacemos un recuento, ¿qué vivencias posee de un sitio llamado La Luz, cercano Vega Alta, en Camajuaní?

—Allí nací y viví los primeros años. Soy el sexto hijo de mis padres, Justo y Gertrudis. Fui a una escuela pública, muy modesta, en la que los muchachos iban descalzos y el piso era de tierra; sin embargo, teníamos una maestra excepcional que viajaba en tren desde Santa Clara.

«Después nos mudamos a la capital provincial y asistí a otra escuela. Parece que venía bien preparado y resulté el mejor alumno de sexto grado, avalado con un distintivo que se entregaba en aquella época».

—¿De qué manera llega al Instituto de Segunda Enseñanza?

—Mediante un examen de ingreso. Mis padres eran muy amorosos, y ambos tenían a la familia en una concepción suprema. Insistían en nuestros estudios. En condiciones muy adversas procuraban que todos los hermanos estudiáramos

—¿Farmacéutico y zapatero?

—Una vez en Santa Clara, además de estudiar, ejercí el oficio de zapatero, mientras cursaba sexto grado.  Al terminar la escuela iba para allá. Generalmente hacíamos calzados de mujer y participaba en el montaje, que muchas veces era complejo.

«Ya en el Instituto me vinculo como mensajero y hacedor de fórmulas a la farmacia que todavía existe en Luis Estévez y Julio Jover. Había recetas comunes, pero otras no, y en cierta medida pudo inclinarme hacia la medicina, pero al final desistí, por toda una serie de condicionantes existentes».

—¿Cómo llega a la UCLV y, específicamente, a la Ingeniería Eléctrica?

—La matrícula universitaria en ese tiempo era de 615 estudiantes dentro de las pocas disciplinas que existían. La Federación Estudiantil Universitaria (FEU) planteó la necesidad de incluir nuevas carreras y diversificarlas, por lo que se decide comenzar Eléctrica, el 4 de noviembre de 1959, de conjunto con Mecánica, sumadas a las seis anteriores que ya estaban habilitadas.

«Traté de empezar en la Universidad de La Habana, pero la realidad económica no lo permitía. Tampoco teníamos beca, y quedó como intento fallido. Entonces me entero de la convocatoria para cursar Eléctrica aquí y me integro al primer grupo con asignaturas básicas, sin tener definido un plan de estudios. Poco a poco se fueron creando las condiciones. Recuerdo que comenzamos 96 alumnos en el primer año y seguimos solo 32 en el segundo».

—Una etapa convulsa que le impidió concluir aprendizajes en la fecha prevista.

—Las huelgas lo impidieron. Un período de grandes acontecimientos marcado por agudas luchas políticas, y la investidura del Che, en 1959, con el Título de Doctor honoris causa, en la que pide transformar la enseñanza universitaria. Me incorporo a la Asociación de Jóvenes Rebeldes (AJR) y a las Milicias Universitarias. Usábamos camisas blancas a manera de identificativo.

«Cursando el primer año hacíamos guardia en diferentes sitios de Santa Clara en objetivos estratégicos y casi al término de ese nivel se produce la movilización para la limpia del Escambray. Allí estuve cuatro meses y me quedaba un solo examen, Después el batallón fue para La Campana, y regreso a realizar la prueba pendiente, por lo que logro alcanzar a los compañeros que ya tenían unas semanas de adelanto.

—¿En su autorretrato se incluye la responsabilidad como método permanente?

—Siempre he sido muy responsable, y la tenacidad me ayudó, junto con otro compañero muy capacitado. Ya en el segundo año de la carrera comenzaron asignaturas propias como Electricidad, Magnetismo, independientemente del cálculo junto a otras disciplinas para adquirir la base.

—¿Pudiéramos decir que el ejercicio de la docencia es aliado inseparable de su vida?

—Creo que sí. Hay cierta tradición familiar entre los hermanos e incluso entre mis nietas. Tienen el espíritu de maestra de los Abreu

—En una oportunidad dijo que llegó a la Universidad «sin saber nada de la vida». ¿mantiene ese criterio?

—Lo ratifico. Llegué aquí «muy verde» y te vas desarrollando. La participación en todo este tiempo ha calado en mi vida. He estado con 15 rectores y cada uno ha tenido un mérito extraordinario. No puedo decir quién ha sido mejor de acuerdo con el momento que le ha tocado vivir y ejercer, aunque sí sé quién fue el peor.

«Tengo la vivencia de la reciente COVID-19 en la Universidad, dirigida por una mujer. La casa de altos estudios se convirtió en un hospital y logró el desempeño con una realización extraordinaria».

—En todo el movimiento juvenil en el que participó hay un detalle importante que influye en su vida y es que conoció a su segunda esposa.

—Estuve 19 años en el Buró del Partido y así la conocí. Olguita (López Henández) fungía como secretaria de Cultura en la FEU, tuvimos un vínculo muy amable, coordinábamos las actividades y surgió una bonita relación luego de tres años de mi divorcio anterior. Ya llevamos más de 35 años unidos con cuatro hijos en total.

—¿Es cierto que no ha faltado a ninguna actividad aun estando enfermo?

—Me dio un infarto y estuve ingresado en terapia intensiva con tres meses de licencia. Me quedaba aplicar un examen y le dije a Olguita: «prepara la laptop que te voy a dictar las preguntas del examen». Le fui indicando cada paso, incluidas las figuras, y me mostraba cómo iba el proceso. Tuvo un desempeño excelente.

—¿Usted se considera un revitalizador de la carrera de Ingeniería Eléctrica?

— En una oportunidad detectamos que decrecían los índices académicos de la carrera. Creamos una comisión y encontramos que si bien los alumnos obtenían sus plazas en las primeras opciones iban declinando en la medida que avanzaban. Nos dimos cuenta que el marco tradicional de la enseñanza había que modificarlo en cuanto a métodos ya obsoletos, y lo lógico era que el estudiante tuviera una participación más activa en la búsqueda de sus conocimientos. Se hizo un proyecto y convencimos a una veintena de profesores para desplegar herramientas que a la postre han ofrecido resultados, a pesar de los trabajos o de los nuevos métodos que necesitaban una preparación total a fin de aplicar los conceptos

«Hay asignaturas que impartí 12 o 13 veces por la vía convencional y la nueva disciplina conlleva un cambio radical con otras modalidades de interacción, pero, sin dudas, los conocimientos son más profundos y estables. La vida te lleva a modificaciones a favor de un mejor ejercicio y desempeño docente».

—En términos de béisbol, ¿sería como un bateador emergente?

— Estuve en España en un curso de computación habilitado por la UNESCO. Cuando regresé me dieron una directiva incluida en los planes de estudios, y en las vacaciones la prepare para impartirla en el curso venidero. Luego surgió la posibilidad de ofrecer un postgrado, y una vez llegadas las computadoras los únicos que sabían programar eran los eléctricos.

—¿Qué significa para usted el alumno?

—La razón de ser. Y les profeso el mayor respecto,  además de que aprendo de ellos. Muchos se convierten, a la postre, en compañeros de claustro. Y si alguno tiene problemas trato de ayudarlo y que no se sientan solos. Fui profesor guía, coordinador principal, y conocía las dificultades de todos. Ahora dirijo un importante trabajo de diploma que versa sobre la optimización de la generación fotovoltaica.

—En la actualidad está jubilado, pero recontratado.

—No puedo desvincularme de la docencia, sería muy difícil para mí, aunque reconozco que la UCLV se torna compleja por la transportación. Cuando tengo reunión del núcleo del PCC desde la 7:00 de la mañana estoy en la carretera, traigo mi almuerzo y espero ese momento.

—¿Se siente cansado?

—No conozco el cansancio, a pesar que los años no pasan por gusto y hay que atemperar la vida acorde con las realidades actuales. Aun considero que tengo facultades para impartir docencia.

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