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Desde las sombras, llamaradas de libertad

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El 30 de noviembre de 1956 no cumplió el objetivo previsto, pero la heroicidad derrochada esa jornada quedó muy lejos de ahogarse en la bahía de Santiago de Cuba, cuando la ciudad se levantó en armas.

Durante la prisión sufrida en la Isla de Pinos por la mayoría de los sobrevivientes del asalto al Cuartel Moncada, así como a lo largo del exilio en México, el Movimiento Revolucionario 26 de Julio preparó desde las sombras llamaradas para las fechas vacías que ardieron en el incendio de la historia, escribiría un gran poeta.

Un telegrama enviado el 27 de noviembre, con el texto «Obra pedida agotada. Editorial Divulgación», dictó la orden de alzamiento. Tres días después, a las siete de la mañana, los uniformes verde olivo invadieron las calles para distraer las fuerzas batistianas y facilitar el ingreso incógnito de los expedicionarios del Granma.

Todo comenzaría con un bombardeo de mortero al Cuartel Moncada, para neutralizar sus tropas, arrebatar sus armas y atacar con ellas, ya sin el peligro de refuerzos, la Policía Marítima, la Nacional y una armería en la Plaza Dolores.

Sin embargo, la detención de Léster Rodríguez y de Josué País rompió el primer eslabón de esa frágil cadena. Fallecieron en los combates Otto Parellada, Tony Alomá y Pepito Pey, aunque, en general, el pueblo demostró su entereza, como en el Instituto de Segunda Enseñanza donde pelearon más de 20 jóvenes y solo 12 pertenecían al Movimiento.

Aunque sin apoyo externo, las acciones consiguieron la escapada de los prisioneros confinados en la cárcel de Boniato, pero, sobre todo, mantuvieron la voluntad de entregar hasta la muerte por la libertad que, en agradecimiento, germinó sobre ella.

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