Herencia de una tradición
Con 81 años de edad, María del Carmen Pérez Betancourt declara fidelidad total a su barrio Oriente, Ñañacos, y es que, desde 1975, colabora en la confección de la carroza.
Con gusto nos cuenta aquellos días en que servía de guía como laminadora, aunque ha transitado por varios oficios por su experiencia y sabiduría en las habilidades manuales.
Para este 2021, marcado por una pandemia que azota al mundo y a nuestro país, Mary conmemora de otra manera el 2 de febrero, día en que se celebra la Parranda Voltense. Para sentirla viva pondrá los atributos que identifican su barrio frente a su casa, así, todo el que pase por la acera sabrá que “aquí vive una ñañaca”, dice con una amplia sonrisa.
Mientras Neisy Fleites Denis, férreo defensor del barrio Occidente, Jutíos, enfatiza en las más de dos décadas de vida que ha entregado a la parranda como digno voltense; y, aunque ahora es el responsable del trabajo eléctrico de la carroza, también le enorgullecen todos los oficios asumidos a lo largo de estos años. Para esta edición virtual se ajusta el cinturón en una nueva tarea: la promoción en redes sociales.
Asimismo, Irmina Rojas Manso y Nancy Uley Espinosa, ñañaca y jutía respectivamente, pertenecen a familias fundadoras de esta festividad que imbrica a todo el pueblo y reconocen que, aunque añoran el estrepitoso ruido de la pirotecnia y el changuí, sabrán reducir su pasión a lo más íntimo del hogar, y apelar a lo vivido en ediciones anteriores, porque ante todo está la salud del pueblo voltense y su seguridad epidemiológica.
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