“Lina, Carlos aún te busca”
El realizador Orlando Cruzata escogió una muestra audiovisual realizada en Santa Clara para estrenar una interesante indagación sociológica que realizó luego que apareció el grafiti “Lina, Carlos aún te busca” en una de las paredes del monumento neoclásico dedicado al General José Miguel Gómez, en el Vedado, a inicios de los años 90.
A algunos entrevistados les preocupaba las reales intenciones de Carlos y la suerte de la propia Lina, pero para la mayoría de los consultados, el texto resultaba un mensaje de amor fruto del desespero del desencuentro e imaginaban motivos, desde la lejana guerra que se libraba en Angola y hasta la perdida irremediable del contacto para explicar la pintada.
Como toda leyenda urbana, esta tenía que morir máxime cuando los empleados que cuidaban el lugar debían retirar los ramos de flores colocados ante el muro por decenas de parejas que después de contraer matrimonio, iban a rendir homenaje al desencuentro que separó de modo brutal a dos personas.
Con Cruzata converso frecuentemente, y la última vez que hablamos del tema me aseguró que la identidad de Carlos continua en el anonimato y que quizás nunca se sepa lo que realmente sucedió.
Mi mente siempre relaciona lo ocurrido a Lina y a Calos con la historia amorosa de dos personas que resultan imprescindibles para conocer la historia de Santa Clara y la Cuba de fines del siglo XIX.
A Marta Abreu le faltaba poco para cumplir 30 años cuando conoció a Luis Estévez en una fiesta de la capital, y no imaginaron que los celos y el miedo de que el joven abogado realmente marchara sobre las riquezas de la familia hicieran que el padre de esta, Pedro Nolasco, la mandara en secreto y con órdenes de no comunicarse con su amado, hacia Santa Clara, con el propósito de terminar la relación o quizás para preparar las condiciones para cargarse al enamorado.
Los historiadores han dicho que fue en la residencia del tío de Marta, ubicada en la intersección de las actuales calles Alemán y Marta Abreu, que ambos se re encontraron y allí decidieron unir sus destinos. La boda se celebró el 16 de mayo de 1874 ante el altar de la Iglesia Mayor de Santa Clara y los padres de la mujer que pasaría a la historia como la benefactora de la ciudad, y como una importante fuente para el financiamiento de la guerra del 95 y los primeros pasos de la Cuba Republicana, no asistieron al evento.
Marta y Luis tejieron una linda historia de amor a lo largo de sus vidas en la que primó la devoción que ambos se profesaron y el amor por algo mucho más grande e intangible, que yo sencillamente llamo patria.
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