Placetas vive su 26 de julio
Cada nación celebra sus fechas con una mezcla de solemnidad, memoria y alegría. Y Cuba, que está hecha de historia y resistencia, abraza el calendario con orgullo. El 26 de Julio no es solo un día marcado en rojo, es un punto de inflexión que aún impulsa nuestros sueños.
Conmemorar aquella jornada de 1953, cuando jóvenes decidieron cambiar el curso del país, es también una manera de renovar el alma, de mirar el presente y apostarle al futuro sobre todo en tiempos como estos, donde se requiere voluntad y ternura para resistir.
En Placetas los días previos al 26 trajeron color y movimiento. No todo está en bonanza. Vivimos tiempos que nos retan. Hay carencias que duelen, desafíos que se arrastran, retos que se multiplican y soluciones que aún se buscan. Pero estos momentos de conmemoración no ignoran las dificultades, las abrazan. Porque celebrar no es evadir, es resistir con alegría. Reconocer los esfuerzos en medio del duro contexto no es conformismo, es gratitud. Y lo que se vivió en Placetas fue justamente eso: esfuerzo compartido, voluntad visible, comunidad activa. Porque lo que ocurre cuando una comunidad se une para celebrar no puede medirse en estadísticas. Es pulsación. Es alma.
El Consejo Popular Pujol Los Chinos se convirtió en sede de las actividades por el 26. La plaza XX Aniversario se volvió epicentro de esa energía. Luego la conga dio continuidad a la fiesta y terminó como empiezan los sueños colectivos, envolviendo a todos. Niños, abuelos, jóvenes, familias completas se movían al mismo ritmo. Bailaban por la memoria, pero también por el futuro.
Lo que realmente hizo latir al barrio fue la cercanía de los servicios: feria agropecuaria, ofertas gastronómicas, y, quizás lo más hermoso, la risa de los niños jugando con el Abuelo Martinillo y su tropa de alegría. Ver a los más pequeños riendo, saltando entre juegos, compartiendo dulces y guiños, es más que recreación. Es terapia social porque cuando un pueblo celebra unido está más cerca de su mejor versión.
Un grupo de obras abrirán sus puertas nuevamente. No se inauguran para cortar cintas. Se inaugura para transformar realidades. Cada obra entregada este 26 de julio busca cumplir su propósito social: desde la Escuela Rural Fe del Valle, reconstruida para albergar sueños como el del pequeño José Carlos Cruz (ocho años cursará 4to grado) quien dice será ingeniero mecánico, porque quiere “arreglar muchos carros”, hasta la sala de Pediatría del hospital, la dulcería Las PALMERAS, y la Tienda de Productos Cárnicos “HN”, así como la panadería “HN” que proponen alternativas económicas reales.
La Escuela será semillero; el hospital, refugio; la tienda y la panadería Hermanos Nápoles, alivios concretos frente a la inflación y las limitaciones de acceso. Pero eso solo se logrará si se mantiene lo que hoy se estrena. Si se comprende que cada ladrillo nuevo es una inversión en dignidad.
Las acciones fueron pensadas para mejorar la vida de quienes realmente esperan soluciones. Los niños que necesitan un aula sana; los pacientes que merecían una atención más humana; los vecinos que buscan opciones al mercado informal. Celebrar, entonces, no fue un gesto decorativo. Fue un acto de justicia social con música de fondo.
Esta celebración no resolvió todos los problemas, pero sí recordó algo esencial: hay voluntad, hay comunidad, hay esperanza. Y mientras eso se mantenga, Cuba merece festejar. Podemos decir que el recorrido de las autoridades placeteñas no fue algo más de la agenda sino un paseo por los logros de un pueblo que, sin estridencias, sigue apostando a sí mismo.
Hay mucho por hacer, pero también mucho hecho. Celebrar el 26 de Julio es levantar la moral, recargar fuerzas, recordar de dónde venimos y reafirmar hacia dónde vamos. En Placetas se celebró con pueblo, corazón y convicción. En esos momentos compartidos hay una verdadera irrefutable: Cuba sólo avanza si se mantiene unida.
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