martes, 16 abril 2024

Canto de guerra y de victorias

La marcha conocida como el Himno Invasor surgio el 15 de noviembre de 1895, y al igual que el Himno de Bayamo, fue un llamado al combate.

Aun cuando el Himno de Bayamo es el que se convirtió en el himno nacional cubano y lo entonamos cuando inician las tareas escolares diarias u otras de carácter político, además de actos públicos, surgió en Cuba otro canto de guerra y de victorias. Esta marcha se conoció como el Himno Invasor surgido el 15 de noviembre de 1895, y al igual que el de Bayamo fue un llamado al combate.

 Esta marcha guerrera fue compuesta por Enrique Loynaz del Castillo (nacido en Puerto Plata, República Dominicana, el 5 de julio de 1871, de padres cubanos exilados conoció y fu estimado por los tres grandes hombres de aquellas gestas: José Martí, quien lo quería como a un hijo; Antonio Maceo, al que salvara la vida y fuera su ayudante personal, y el Generalísimo Máximo Gómez).

Al componer su inmortal himno, Loynaz tenía apenas 24 años de edad y era comandante. Tres años más tarde, al finalizar la contienda bélica, ostentaba los grados de general de brigada. Falleció en La Habana en 1963 con la jerarquía de Mayor General del Ejército Libertador, siendo el último de los generales mambises en morir.

Este canto de guerra fue escrito en momentos en que el contingente invasor dirigido por Antonio Maceo marchaba victorioso hacia Occidente. De hecho, muchas bibliografías aseguran que su creador lo dedicó al general Antonio Maceo y lo llamó Himno a Maceo.

Cierto es que la historia recoge que el Himno Invasor es un llamado al combate. La historia recoge que aquel día de noviembre de 1895, las huestes mambisas habían acampado en la finca La Matilde, propiedad del doctor Simoni, el padre de Amalia, la esposa de Ignacio Agramante, y el comandante Loynaz del Castillo recorría la casona de la distinguida familia camagüeyana.

En una ventana de la mansión, divisó que los españoles habían dibujado la bandera de su país y debajo escrito estrofas ofensivas hacia los cubanos. Indignados, los insurrectos presentes propusieron borrar aquellos injuriosos versos. Loynaz no lo permitió afirmando que al arte había que respetarlo, viniese de donde viniese.

En cambio, este joven mambí estimulado por su inspiración, dibujó en la ventana aledaña la bandera cubana y de un tirón escribió las emotivas estrofas del futuro himno.

En su inicio describió el nacimiento, el momento originario en que la tierra se nombra, se regionaliza: “¡A las Villas (…) A Occidente!”; luego enmarcó el epíteto de los héroes: “valientes cubanos”; continuó sentenciando lo que pretende la nación con la invasión: “De la Patria a arrojar los tiranos”; y el cuarto verso alabó el hacer, el resultado final de los mambises: “¡A la carga: a morir o vencer!”.

Emocionado Loynaz por sus versos se personó ante el Lugarteniente general y los leyó, con la propuesta que la marcha llevara el nombre del ilustre jefe mambí.

El general Antonio, le respondió: “Me gustan esos versos. Quítele mi nombre y póngale Himno Invasor. Que Dositeo (se refería al capitán Dositeo Aguilera) le ponga música y lo ensaye con la banda. Haré que se toque en la marcha, en los combates y en las victorias”.

A partir de ahí, no hubo día en que la marcha invasora no estuviera presente incitando al combate. Fue la voluntad cubana hecha himno guerrero y bajo su advocación se fue de Oriente a Occidente hasta llegar el 22 de enero de 1896 a Mantua y dejar allí sellada la proeza militar más grande del siglo XIX en América.

Aquí dejo los hermosos versos que componen a ese HIMNO INVASOR, creado el 15 de noviembre de 1895.

¡A las Villas valientes cubanos!:
A Occidente nos manda el deber.
De la Patria a arrojar los tiranos.
¡A la carga: a morir o vencer!
De Martí la memoria adorada
nuestras vidas ofrenda al honor
y nos guía la fúlgida espada
de Maceo, el Caudillo Invasor.
Alzó Gómez su acero de gloria,
y trazada la ruta triunfal,
cada marcha será una victoria:
la victoria del Bien sobre el Mal.
¡Orientales heroicos, al frente:
Camagüey legendaria avanzad:
¡Villareños de honor, a Occidente,
por la Patria, por la Libertad!
De la guerra la antorcha sublime
en pavesas convierta el hogar;
porque Cuba se acaba, o redime,
incendiada de un mar a otro mar.
A la carga escuadrones volemos,
que a degüello el clarín ordenó,
los machetes furiosos alcemos.
¡Muera el vil que a la Patria ultrajó!

Eleonora María Flores Pedraza

Periodista Licenciada en Historia y Ciencias Sociales 1984, muestra interés por el periodismo y los problemas de la sociedad.

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