jueves, 16 mayo 2024

Israel y el restablecimiento de relaciones diplomáticas con el mundo árabe: ¿llegará la paz para los palestinos?

no se vislumbra a corto e incluso a mediano plazo una solución real del conflicto israelo-palestino. Otra vez la vieja disputa entre Oriente y Occidente por el dominio de esta zona geográfica y sus riquezas coloca a los palestinos como detonante de esta guerra sin una paz real para su pueblo, ni una estabilidad definitiva para el Levante mediterráneo.

Desde inicios del pasado mes de agosto, varios medios de prensa internacionales comenzaron a especular sobre el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Israel y el Reino de Arabia Saudita, confirmación que llegó a finales de septiembre, con el discurso del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, en la sesión 78 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, en Nueva York.
En su intervención, el representante sionista afirmó que dicho acuerdo de paz “abrirá nuevas puertas a Israel y hará avanzar la resolución del conflicto con Palestina”.
Si bien ya Tel Aviv había firmado en 2020 los conocidos como “Acuerdos de Abraham” con cuatro naciones islámicas: Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Sudán y Marruecos, lo cierto es que este nuevo pacto con los sauditas supera con creces en relevancia y significación a ese anterior. ¿Por qué?
Arabia Saudita es considerada la cuna del Islam, con sus dos sitios más sagrados, La Meca y Medina, lo cual convierte a esa nación en una voz líder dentro de la región, debido a la gran devoción religiosa de los árabes y su influencia en todos, absolutamente todos los demás aspectos de su cotidianeidad, incluso en sus perspectivas de la vida y la muerte.
Sobre la postura saudita ya otras naciones árabes han manifestado su desacuerdo, entre ellas Irán, en la voz de su presidente Ebrahim Raisi, quien acusó a su rival regional de “traicionar a los palestinos” al tratar de normalizar sus vínculos con el gobierno judío.
“Creemos que una relación entre los países de la región y el régimen sionista sería una puñalada en la espalda al pueblo palestino y a su resistencia”, aseveró Raisi.
Al respecto, en su propio discurso en la ONU, Netanyahu dijo que ello “fomentará una reconciliación más amplia entre el Judaísmo y el Islam, entre Jerusalén y La Meca”, reiterando la arbitraria postura israelí de considerar a Jerusalén como su ciudad capital y echando por tierra de nuevo, el derecho soberano palestino a esa ciudad, sagrada también para el islamismo, cuya disputa constituye si no el principal, sí uno de los elementos determinantes de este histórico enfrentamiento.
Lo que considera Israel como una “paz auténtica” es aquella que se firmaría sobre la base del dominio total de su gobierno de prácticamente todo el territorio que forma parte del Estado de Palestina, establecido antes de la Guerra de los Seis Días en 1967, con Jerusalén Oriental como su legítima capital.
La firma entonces de esta supuesta capitulación entre Tel Aviv y Riad no es más que otra grieta que acentúa el divisionismo de las posturas en el Medio Oriente, basadas en intereses económicos, mayormente extranjeros, en el cual el pueblo palestino sigue en el centro, como la manzana de la discordia de una guerra que en más de una ocasión ha fragmentado al mundo árabe y esta no será una excepción.
Si bien la Liga Árabe, principal organización que agrupa a los gobiernos islámicos entorno a intereses comunes ha logrado, tras varios años de acercamiento de posturas, la unidad de la mayoría de sus miembros sobre el tema palestino, esta alianza trae consigo una brecha importante en sus filas, que podría incluso dividir al organismo en dos bandos, y provocar un enfrentamiento entre los propios pueblos árabes y la ruptura de la frágil unidad que han conseguido, sorteando la injerencia imperialista, las desavenencias entre etnias importantes, el saqueo de sus recursos naturales, por solo mencionar algunos elementos.
Recordemos además que detrás de este “conflicto principal” que provocaría la capitulación saudita-israelí, muchos intereses mueven los hilos de un contexto más complejo.
Nuevamente, no es casualidad el intento de fragmentación islámica para avivar los enfrentamientos internos, como tampoco es “simple azar” que uno de los primeros gobiernos en manifestarse en contra fuera el iraní, cercano a Moscú, y acérrimo enemigo del reino saudí, ahora aliado de Israel, principal representante de Washington en la zona.
Entonces, una vez más, no se vislumbra a corto e incluso a mediano plazo una solución real del conflicto israelo-palestino. Otra vez la vieja disputa entre Oriente y Occidente por el dominio de esta zona geográfica y sus riquezas coloca a los palestinos como detonante de esta guerra sin una paz real para su pueblo, ni una estabilidad definitiva para el Levante mediterráneo.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *