sábado, 27 abril 2024

Danzando, volando, soñando: 75 años del Ballet Nacional de Cuba

Setenta y cinco años pueden parecer pocos, o muchos, si se cuentan desde los pasos, el virtuosismo y la belleza del ballet. No obstante, los números no importan cuando, al hacer una panorámica, solo se ve arrojo, superación y amor por la danza.

Alicia Alonso, de la mano de Alberto y Fernando, llevó adelante el empeño de crear una academia cubana de ballet diferente, inclusiva, rigurosa, que alcanzara los más altos estándares mundiales y consolidara un prestigio internacional por su técnica perfecta y una dosis de disciplina y tesón. Y lo lograron. El Ballet Nacional de Cuba es un ícono de la cultura, del país, reflejo de lo que somos, de la entrega, multiplicada por el cariño y respeto del público cubano.

Setenta y cinco años pueden parecer pocos, o muchos, si se cuentan desde los pasos, el virtuosismo y la belleza del ballet. No importan dígitos si se cuantifica la pasión de cada uno de los bailarines que ha pasado por los tabloncillos del BNC, si se palpan resultados, o se disfruta de puestas en escena de clásicos universales o coreografías cubanas, que siempre terminan en ovaciones y con un público de pie.

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Ballet Nacional de Cuba interpreta Giselle. Foto: Enrique González Díaz (Enro)/ Cubadebate

Chabela Riera, bailarina principal del BNC, empezó en el 2012 las prácticas profesionales en la compañía. “Es un honor pertenecer a las filas del Ballet Nacional de Cuba, por la historia y tradición que tiene esta manifestación del arte, y por todo lo que le entregamos, no solo a nuestro pueblo, sino también al público internacional”.

Si tuviera que mencionar aquellos rasgos que identifican al BNC le llegan a la mente varias ideas: la exigencia, la importancia que se le da al trabajo en pareja y al desarrollo de cada bailarín. “Si uno se destaca en los giros, o en los saltos, se trabaja ese potencial en específico. Cada uno es diferente, pero en el escenario somos uno”, explica.

Jorge Enrique Guerra, por su parte, baila en el BNC desde que tiene 18 años. Recientemente interpretó al Escamillo en Carmen y La espada en Don Quijote. “Es un honor y orgullo pertenecer a esta institución y heredar lo que generaciones atrás han construido”.

Partiendo de esa obediencia que se les exige e inculca, el joven bailarín dice que, personalmente, tiene mucho rigor sobre su cuerpo. “Trato de ser lo más disciplinado posible; esa es la clave, más allá de la motivación”.

Ányelo Montero, bailarín principal, refiere que, a sus 22 años, formar parte de la compañía e interpretar grandes personajes de clásicos del ballet es un sueño cumplido que tuvo desde niño. El ejecutante menciona la disciplina y el rigor como los sellos distintivos del BNC.

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Durante la inauguración del 27 Festival de Ballet de La Habana, en el Teatro Nacional de Cuba. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

Año 1948. El matrimonio Alonso, Fernando y Alicia (Martínez de apellido real), junto a su hermano y cuñado Alberto se aventuraron a concretar un sueño pendiente, una utopía para los incrédulos: fundar la compañía Ballet Alicia Alonso, a partir de las enseñanzas iniciales del ucraniano Nicolai Yavorski en la Escuela de Ballet de la Sociedad Pro Arte Musical de La Habana.

Tal fue el éxito de esa apuesta— que inició como un conjunto integrado inicialmente por 40 miembros, de los cuales solamente 16 eran cubanos— que ese mismo año comenzaron las giras dentro y fuera del país, incorporando obras clásicas y creando coreografías propias.

Pero, así como inquietas sus piernas, era la mente de Alicia. Aquella revolución en las artes escénicas no podía quedarse ahí. Esa pasión por la danza y una ejecución casi perfecta que figuraba en su trayectoria tenían que multiplicarse. Y no hay mejor manera de multiplicar un conocimiento que el magisterio. Por esos motivos, en 1950 se crea la Escuela Nacional de Ballet Alicia Alonso, anexa a la compañía profesional.

Desde los inicios, su línea artística partió del respeto a la tradición romántica y clásica, estimulando a la par el trabajo creativo de coreógrafos que seguían una línea de búsquedas en lo nacional y contemporáneo. Así, paso a paso, montaje a montaje, idea a idea, puesta en escena a puesta en escena, se fue definiendo el sello de la compañía, que tenía mucho de la tríada Alonso.

En el año 55 pasan a llamarse Ballet de Cuba y después del Triunfo de la Revolución, Ballet Nacional de Cuba. Así, surgió la leyenda; y las leyendas no mueren.

En todos los rincones del orbe se hablaba de Alicia Alonso y de la Academia Cubana de Ballet. Los contactos con los ballets rusos se dispararon y se sentaron las bases del “estilo cubano”: fuerte disciplina de trabajo y una técnica impecable.

A ello se le sumó el rigor artístico-técnico de sus bailarines y la amplitud y diversidad en la concepción estética de los coreógrafos. Todas las piezas conformaban un engranaje perfectamente sincronizado y otorgaban a esta compañía un lugar relevante entre las grandes instituciones de su género en la escena internacional. Prestigio que aún continúa.

Precisamente, desde esos primeros años el montaje de las versiones completas de clásicos como GiselleEl lago de los cisnes o Coppélia, estuvo acompañado de obras procedentes del movimiento renovador de los ballets rusos de Diáguilev como Petruschka o La siesta de un fauno; más otros creados por coreógrafos nacionales como el propio Alberto Alonso.

El BNC comenzó un programa de giras internacionales, que lo ha llevado a escenarios de Europa, Asia y América. 217 giras por 62 países de los cinco continentes.

Importantes galardones figuran en estos 75 años como el Grand Prix de la Ville de París y la Orden “Félix Varela”, de la República de Cuba, además de la aclamación de los más destacados representantes de la crítica especializada y a las distinciones recibidas por sus figuras, de manera individual, en concursos y festivales internacionales.

En 75 años atesora una obra coreográfica con 784 títulos en la que confluyeron los aportes valiosos de 212 coreógrafos de las más diversas tendencias estilísticas, procedentes de 29 países; la de 423 compositores musicales, de ellos 85 cubanos, y la de 158 diseñadores para las escenografías, vestuarios y utilería.

Pero, más allá de medallas, premios, distinciones y reconocimientos, el Ballet Nacional de Cuba, gracias al empeño de Alicia Alonso, sacó al ballet de la élite, a los bailarines de sus tabloncillos, y durante más de siete décadas ha llevado este arte danzario hasta los lugares más recónditos de la geografía cubana. 105 pueblos y ciudades de  Cuba han apreciado de cerca los pasos de sus bailarines. 

¿En qué otro país se ha visto tanto ballet en la televisión como en Cuba? ¿En qué otro lugar del orbe el ballet dejó de ser elitista para estar al alcance de todos? No en vano, el BNC es uno de los sellos distintivos de la cultura de la mayor de las Antillas, declarado en 2018 Patrimonio Cultural de la Nación. Un orgullo para todo aquel que le corra por las venas sangre cubana.

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Clotilde y Viengsay

Viengsay Valdés, directora general del Ballet Nacional de Cuba reconoce a la maestra Clotilde Peón Sánchez cuando concluye la puesta en escena de Bodas de Sangre. Foto: Thalía Fuentes/ Cubadebate

Clotilde Peón Sánchez se graduó en 1970 y formó parte del BNC hasta el 2007. Luego la vida la llevó por otro rumbo, siempre dentro del ballet cubano, porque para ella es uno solo, sin importar la compañía. Ahora, en el marco del Jubileo por los 75 años regresó para ayudar en el montaje de Bodas de Sangre y Leda y el cisne, de Iván Tenorio.

Según la maestra, el prestigio de la Escuela Cubana de Ballet se debe, entre muchas cosas, al trabajo con los bailarines, con el baile de pareja, el baile de la fuerza, el parneo del hombre. “Y por supuesto, el talento de nuestros bailarines, a partir de Alicia y hasta ahora”.

Peón Sánchez resalta la técnica de la academia cubana, “muy nuestra, que se ha ido adaptando a la cubaneidad, específicamente, la técnica del giro y la interpretación”.

Si preguntas por cuánto ha aportado el Ballet Nacional de Cuba a la cultura de la mayor de las Antillas, la maestra Clotilde refiere que esta compañía es una de las más importantes dentro de las artes escénicas en el país.

“Si bien desde antes tuvo un fuerte trabajo, con el apoyo que le dio el gobierno luego del Triunfo de la Revolución, le permitió crecer en el tiempo y alcanzar esa fama mundial, bien merecida”.

¿Cómo llega la compañía a sus 75 años? En medio de los cambios que está sufriendo el país─ responde Peón Sánchez─ tratando de ir por encima de todo y de seguir siendo la compañía que siempre ha sido”.

Consuelo Domínguez Martínez, maître del BNC, cumplió el pasado enero 40 años en los tabloncillos del ballet, primero como bailarina, y ahora trasmitiendo lo que otros le enseñaron.

Para ella, el secreto para llegar a más de siete décadas en la cúspide, parte del virtuosismo de la generación histórica, de los fundadores, que formaron tantos bailarines, y ellos, a su vez, han transmitido sus experiencias a las nuevas generaciones. “Eso hace posible esta permanencia; que mantengamos el legado”.

Mencionar la palabra Alicia hace que el semblante de Consuelo cambie instantáneamente: “Era un ejemplo de trabajo, abnegación, sacrificio. Esta es una carrera que lleva mucha disciplina. Es innegable el amor de Alicia por Cuba, por la compañía, por el arte en general”.

Ahora el reto es mayor. Esta es una generación difícil, añade la maître, no porque no se pueda trabajar con ellos, sino porque a veces se desvinculan por vivir, por ejemplo, en una época tecnológica.

“Hay que tratar de aglutinaros, de imbricarlos con el trabajo de la compañía, en el funcionamiento del arte de la danza que tiene a su vez implicada la poesía, la música, las artes plásticas. Hay que lograr que sientan deseos de mostrar al público la fuerza que tiene el arte para trasmitir sentimientos”.

A sus 75 años, según el criterio de Consuelo Domínguez, el BNC llega con fuerza, intentando inculcarle a las nuevas generaciones el amor y la lealtad a la compañía, “pero que lo sientan realmente, en su piel, y lo proyecten en sus pasos y movimientos”.

Hoy, bajo la dirección de la primera bailarina Viengsay Valdés –la que baila y lleva la batuta con la misma exigencia–, la compañía se renueva, al tiempo que respeta y reverencia el legado de los fundadores.

El objetivo siempre ha estado claro: sonreír aunque duela, bailar como si no existiese mañana, movimientos delicados contrapuestos al bombeo del corazón, cuidar la técnica a la perfección, repetir hasta el cansancio y, sobre todas las cosas, hacerlo desde dentro, desde donde vibra más fuerte el cuerpo, para que no se convierta en un sacrificio, lo que en realidad es pasión.


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