martes, 26 marzo 2024

Porque sí… no es una respuesta

Cerca de los tres años de edad los pequeños de casa muestran una curiosidad insaciable que remite al bucle sin fin de los por qué, una pregunta que muchas veces los padres pasamos de largo o contestamos con el erróneo ¡porque Sí!.

Cerca de los tres años de edad los pequeños de casa muestran una curiosidad insaciable que remite al bucle sin fin de los por qué, una pregunta que muchas veces los padres pasamos de largo o contestamos con el erróneo ¡porque Sí!.

Los niños, esos locos bajitos que alborotan cada espacio, pasan por diferentes etapas en su desarrollo, las cuales muchas veces, o la mayoría, nos saca de paso como padres, pero que resultan vitales para su desarrollo social, físico y emocional.

En los primeros años su conocimiento del mundo exterior se conforma a partir del uso de los sentidos, de ahí que exploren a partir del tacto-lo tocan todo-, la vista-nada se les escapa-, el oído-escuchan hasta lo que no quisiéramos-, y el gusto- todo va aparar a la boca-. Ya cerca de los tres años comienza la etapa del interrogatorio constante, ese que comenzamos respondiendo bien, y generalmente termina con un porque sí, que indica que la paciencia paterna llegó a su fin, mientras el pequeño solloza o se queda con más dudas que al principio.

Y ciertamente todos los que pasamos esa etapa o tenemos hijos que se inician en ella, hemos llegado en más de una ocasión a la fatídica respuesta, que lejos de dar por concluida la entrevista con el mini periodista, solo siembra más dudas en una cabeza que necesita conocer sobre el entorno, y para ello, necesariamente, tiene que preguntar.

Padres, madres, abuelos, vecinos, amigos, familia, debemos recordar que más allá de la agitación diaria que nos impone la vida, y los problemas que la adultez siempre encierra, los niños necesitan conocer, y nos toca a todos convertirnos en sus guías. Si por un lado el por qué puede ser atormentador-más por el contexto en que se expresa, que por el cuestionamiento en sí-, también es reflejo del dominio infantil sobre el lenguaje, además de reflejar grandes avances en el desarrollo del pensamiento del niño, que ya son más conscientes del exterior, de las diferencias entre las personas, los objetos, y necesitan saber, necesitan cubrir conocimientos y ganar seguridad también en el entorno que les rodea.  

Es ahí entonces cuando los adultos tenemos que dejar de lado el paso agitado de la cotidianidad y responder con algo distinto al ¡porque sí! No es necesario enredarnos en complicadas explicaciones, sino buscar, en palabras sencillas, la respuesta al fenómeno.

Claro, a veces la situación se complica y se originan más preguntas para las que a veces no tenemos la respuesta, y es cuando los psicólogos nos orientan decirles la verdad: que no sabemos y que la buscaremos juntos. Lo mismo pasa cuando las preguntas se suceden en tropel ante cada contestación; debemos asegurarnos de conocer qué pregunta el niño realmente, para a partir de ahí intentar explicarle la solución.

Otro caso a veces desesperante pero cotidiano aparece cuando en presencia de terceros, los más pequeños nos preguntan ¿por qué esa persona es tan…?o ¿por qué tiene? Y ahí mismo imploramos que la tierra se abra y nos desaparezca, para acto seguido reprender al menor hasta el punto de sacarle las lágrimas. Ha pasado, ¿cierto? Sin embargo, más que regañar al niño, más tarde y a solas, debemos enseñarle qué puede preguntar o qué no en presencia de esas personas, y darle pautas para que, si tiene curiosidad, me lo pregunte, pero cuando estemos solos. 

Lo cierto es que nunca, por el bien de su desarrollo, debemos inhibir su curiosidad o tildarlos de pesados u otro calificativo. Realmente esta etapa es la que nos permite sentar las bases de la comunicación padre-hijo y con ella, conocernos ambos mejor.

Además, es la posibilidad especial de servir de primeros guías en el aprendizaje de un nuevo individuo, de llevarle a nuevos conceptos y palabras; también de reforzar su autoestima, y de ampliarle el espectro del saber hacia el mundo, un regalo, verdaderamente maravilloso.


Carmen Milagros Martín Castillo

Periodista Licenciada en Periodismo por la UCLV 2012. Editora del sitio web de Telecubanacán, amante del universo digital.

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