miércoles, 24 abril 2024

A Monguito, a Luis y a las/os Florence de ayer y de hoy

Cada 12 de mayo se celebra en todo el mundo el Día Internacional de la enfermería, en ocasión al aniversario del nacimiento de Florence Nightingale, precursora de esta hermosa profesión.

Hace 150 años aproximadamente, que esta profesión se hizo tan necesaria, y que hoy en tiempos de pandemia, resulta imprescindible. No es que antes no lo hubiese sido, todo lo contrario, con la experiencia de Florence Nightingale y su libro “Notas de Enfermería, es que comenzó en 1852 esta hermosa y dedicada profesión que siempre denota amor y dedicación.

La enfermería comprende la atención, cuidado autónomo y colaboración de la salud del ser humano. Los enfermeros se dedican, a grandes rasgos, a tratar los problemas de salud potenciales o reales que presenta una persona en contacto directo con ellos.

Batas blancas y cofias, que si bien es cierto en ocasiones hasta nos asustan, se hacen indispensables si de la salud se trata. Las conozco amorosas, hacendosas y muy conocedoras de su labor. Una entrega sin límite en el contacto con el enfermo y su afán por aliviar su dolor.

Si bien el médico es indispensable en el tratamiento a un padecimiento, no me imagino la ausencia de un/a enfermero/a en la atención al enfermo para que sane. En estos tiempos de pandemia Florence Nightingale está más presente que nunca.

Hoy es un día para felicitar a todos los que se dedican a sus enfermos en cualquier parte de la geografía mundial, especialmente a los/as profesionales de Cuba que dejaron atrás a sus seres queridos para partir a diferentes países del Orbe donde son necesarios para enfrentar a la COVID- 19. Y a otros/as que dentro de la geografía cubana, su día a día es de entrega en hospitales, consultorios, policlínicos y centros de atención a contagiados con la enfermedad.

En este día reconozco la labor de Miladis, la enfermera de mi consultorio, gentil, delicada; a Lesbia mi vecina cariñosa que nunca dice que no ante cualquier llamado de sus vecinos, aun cuando llegue cansada de una jornada de labor, a mi hermana Maruchy tan afable, amorosa y profesional, siempre dispuesta a bridar sus conocimientos en aras de salvar una vida en una sala de cuidados intensivos.

Recuerdo a los enfermeros de mi niñez en mi natal Mata. Monguito el enfermero (no recuerdo su nombre porque para los nativos en Mata y Vaquerito simplemente Monguito) presto a su labor con mucho cariño y profesionalidad. Su consultorio lo recuerdo en Santa Lutgarda, nombre antiguo con el que muchos aun hoy le dicen al Vaquerito. Hasta allí acudían a pie, incluso enfermos de Mata y zonas rurales aledañas, para poner una inyección a sus hijos, realizarle una cura y sanar disimiles dolencias. 

 Y qué decir de Luis Marrero, el enfermero del pueblo (Mata), vecino, padre, profesional y amigo de todos. Recuerdo que mi madre lo buscaba cuando yo era pequeña para realizarme análisis de laboratorio, sólo con él me portaba bien, fue mi vecino muy cercano que me vio nacer y crecer. Evoco su ir y venir asistiendo a quien lo necesitaba hasta en sus hogares, con un carácter afable sin igual y un gran sentido del deber y la profesionalidad.

Hay tantos ejemplos de altruismo en quienes son importantes en la asistencia de un enfermo, que no alcanzan las cuartillas para mencionarlos. Lleguen a ellos nuestros aplausos por la vida que hoy salvan, o aquellos que salvaron vidas una vez, y para los que ya no están con nosotros.


Eleonora María Flores Pedraza

Periodista Licenciada en Historia y Ciencias Sociales 1984, muestra interés por el periodismo y los problemas de la sociedad.

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