Santa Clara nuestra… y de todos
Foto: Ricardo R. González
Un tamarindo quedaría como testigo del inicio fundacional de una ciudad que comenzaría a formarse el 15 de julio de 1689, tras la huída de familias remedianas de los ataques de corsarios y piratas.
Cercano a lo que era en aquel momento el río de La Sabana, el actual parque del Carmen ubica los cimientes de la Gloriosa Santa Clara, Villa que alcanzaría un crecimiento económico, social y cultural que le fue otorgando autonomía, independencia y características propias, hasta recibir el reconocimiento como ciudad el 12 de mayo de 1867.
La ciudad de la benefactora Marta Abreu de Estévez, quien legara a esta tierra teatros, lavaderos, escuelas y un espíritu hospitalario y cultural que la hace única y distintiva.
Iniciadora del primer cuerpo de bomberos en Cuba sustentado por sus propios habitantes en el lejano noviembre de 1696, ciudad de trova y de las noches bohemias y de un malecón sin agua.
Su parque Vidal de Calles adoquinadas atesoran el paso de la historia. Lugar de trascendentales acontecimientos históricos, la batalla de Santa Clara sería significativa para lograr el triunfo revolucionario de 1959. Una universidad, un buldócer, el descarrilamiento de un tren y un pueblo que hizo suyo al Guerrillero Heroico desde esos tiempos y que hoy custodia los restos de Ernesto Guevara como a su hijo más querido.
Diversa y creativa, es nicho de espacios distintivos como el Longina, Exhuberarte, Ciudad Metal; cuna de la Trovuntivitis, el Festival de Teatro de Pequeño Formato y un Mejunje como baluarte cultural que impulsa y acoge.
Ciudad de industrias y ciencia, Santa Clara tiene a su universidad, la más multidisciplinaria del país, que sigue la línea de formar hombres y mujeres de ciencia con importantes aportes investigativos, que la posicionan dentro de las de mayor relevancia nacional. En la actualidad distingue por su parque científico para un desarrollo industrial más favorable al territorio y al país.
Distintiva, única, diversa, la ciudad de Santa Clara mantiene, a sus 335 años, una vitalidad que la hace perdurable. Asume como suyos hijos pilongos o adoptados, y no diferencia entre quienes llegan a ella a echar raíces o a disfrutar de sus encantos. Una ciudad de historia, un lugar de cultura que al centro de país, crece y diversifica.
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