martes, 26 marzo 2024

Feliz Día a nuestro hombre del tiempo

En el Día Mundial de la Meteorología, Telecubanacán conversa con el hombre que por 35 años, ha llevado el parte del tiempo al televidente villaclareño. Le invitamos a leer la primera parte de esta entrevista.

En el Día Mundial de la Meteorología, Telecubanacán conversa con el hombre que por 35 años, ha llevado el parte del tiempo al televidente villaclareño. Le invitamos a leer la primera parte de esta entrevista.

Decir José Orestes Lamadrid Borrell no significa mucho para los villaclareños, menos aún para los cubanos. Sin embrago, decir Lamadrid en Villa Clara, y tal vez “un poquito más allá” de la provincia, es sinónimo de confiabilidad para ofrecer un pronóstico del clima, porque “Pepe”, como lo conocen sus amigos, es desde hace 35 años, nuestro hombre del tiempo.

¿Cómo, desde un pueblecito villaclareño nombrado Báez, se puede llegar a ser meteorólogo?

Todo partió del interés y la motivación. Cuando estaba en noveno grado integraba un círculo de interés precisamente de meteorología que lo dirigía una profesora de geografía que vivía en Agabama y fue cuando di mis primeros pasos, tenía material de estudio en las montañas que rodean el lugar.

Ya cuando terminé el pre, entro a la Universidad y curso primer año de ingeniería eléctrica, pero de ahí paso sl Instituto de Meteorología en La Habana, en un curso de formación para personal meteorológico que auspiciaba en aquellos tiempos la Organización meteorológica mundial. Egresé en 1974 e inmediatamente paso a formar parte de la oficina provincial de Villa Cara que entonces atendía las tres provincias centrales. Ya son 45 años en el servicio meteorológico; una vida.

¿Cómo llegas entonces a la televisión?

Desde sus inicios, ya en noviembre de 1984 cuando sale al aire Telecubanacán, iniciamos los trámites para sacar un pronóstico del tiempo, que hasta el momento solo se emitía por la radio provincial, y se concreta el 15 de marzo de 1985 en el programa Meridiano 80. Recuerdo que yo estaba junto a Isabel Fernández en el estudio, sentado en un enorme butacón amarillo, pues ya llevaba años dando el parte en la radio, pero nada de televisión, y vine ese día con un mapa hecho a mano, las imágenes del satélite eran un fascimil, pero logré dar ese primer parte que se ha mantenido en todos los espacios informativos del canal, ya con la incorporación de nuevos meteorólogos y la tecnología, hasta los días de hoy. Hay que recordar que hace 30 años no teníamos los recursos técnicos de hoy.

Los más cercanos, al recordar esos años, siempre expresan que tenías una forma muy “particular” de conformar el pronóstico, más allá de los radares e instrumentos. ¿Es esto cierto?

Sonríe con la amabilidad y modestia que lo caracteriza, y que le impide hablar en primera persona, y nos cuenta:

El meteorólogo siempre tiene la costumbre de observar el cielo, de hecho, me levanto por las mañana y lo primero que hago es mirar el cielo y las nubes porque parte de esa nubosidad explica las condiciones que tendremos en un período de tiempo corto. Y como la oficina nuestra queda justo en el balcón de la sede del centro de pronósticos en la provincia, yo me paraba ahí y miraba el cielo, confrontaba el resultado de esa observación con los datos que nos llegaban desde las estaciones, y entonces conformaba el parte sin necesidad de radar.

¿Crees entonces que en la preparación científica de un meteorólogo también se debe poseer una especie de “olfato” para emitir un pronóstico?

Sí- y pone un énfasis notable en la expresión- independientemente que no se puede negar la tecnología, pero el meteorólogo formado en la vieja escuela donde todo se hacía a mano, el “olfato” es importantísimo. Nosotros recogíamos los datos que registraban las estaciones  y luego los asentábamos en mapas y entonces los analizábamos. Hoy ese trabajo no se hace, todo está automatizado, sin embargo, al meteorólogo le gusta palpar ese dato para tener una idea más exacta de lo que puede ocurrir con el tiempo. De ahí que antes cuando recogíamos todas las estadísticas, discriminábamos a partir de la experiencia y ese “olfato” lo que sabíamos no iba a ser necesario o los datos que no eran confiables, cosa que no ocurre hoy con las máquinas que no pueden discernir, de ahí que a veces se introduzcan errores.

Hablas de la vieja escuela de meteorología, ¿crees entonces que hay un antes y un después en la meteorología cubana?

Realmente la formación del meteorólogo en los años 60 y 70 ya del pasado siglo era muy distinta a la de hoy. Todo se hacía manual, los ploteos de mapa, ploteos de aire superior, y eso realmente era un privilegio, porque aprendías a hacerlo. Ya hoy todo es a nivel de máquinas, gran parte del proceso está automatizado, y aunque el meteorólogo de hoy sale egresado con un nivel científico muy alto, no domina a plenitud esas técnicas manuales pero importantes a la hora de analizar el clima.

Hoy convivimos en los centros provinciales de pronósticos, dos generaciones, pero por suerte hemos sabido complementarnos. Nosotros tenemos personal perteneciente a esa otra etapa “tecnológica” de la meteorología, que posee sólidos conocimientos teóricos y dominio total de la tecnología, y tenemos personal de la “vieja escuela”, con “olfato”, y eso ha permitido el salto cualitativo que a mi entender, tiene la meteorología cubana y por supuesto villaclareña, hoy.

Tengo entendido que además de los conocimientos científicos que les otorga la academia y ese “olfato” que mencionas, los meteorólogos nuestros se han auxiliado del servicio del grupo de radioaficionados del cual también fuiste precursor…

Esa fue una experiencia que mantuvimos durante cinco años en el servicio meteorológico y que inició en 1995 a propuesta de la Federación de radioaficionados aquí en Villa Clara. No es menos cierto que los radioaficionados juegan un papel importante, sobre todo en situaciones meteorológicas especiales, donde su información te ayuda al pronóstico. Las estaciones no están en toda la provincia; en Villa Clara solo tenemos cinco: Sagua, Caibarién, Yabú, Santo Domingo y La Piedra en Manicaragua.; hay lugares donde ocurren eventos que se escapan por no haber estación, pero sí hay un radioaficionado que inmediatamente da parte. Y así fue cómo se estableció el servicio, que fue el primero en el país. Se realizaba un intercambio de información y se les capacitaba. Nos mantuvimos así hasta el año 2001, pero en todo ese tiempo este servicio fue sumamente importante-sobre todo ante el paso de los huracanes Lily y Michelle- y reconocido tanto por la Federación de Radioaficionados como por el Instituto de Meteorología que a partir de nuestra experiencia, lo aplicó en el resto del país.

Mañana: Confesiones de nuestro hombre del tiempo (II parte)


Carmen Milagros Martín Castillo

Periodista Licenciada en Periodismo por la UCLV 2012. Editora del sitio web de Telecubanacán, amante del universo digital.

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