martes, 26 marzo 2024

¿Qué nos dejó “El rostro de los días”?

Para un novel periodista como yo, resulta extremadamente difícil escribir sobre un tema tan polémico como lo ha sido la telenovela cubana "El rostro de los días". No obstante, considero que, más allá de memes y críticas online, no se ha generalizado sobre el producto en sí; sino que las múltiples opiniones han estado dedicadas a aspectos particulares que fueron surgiendo en cada capítulo.

Para no pecar de tonta o presumir de un falso puesto de crítica audiovisual, me he remitido a lo que han publicado otros medios sobre la novela; y, en efecto, coincido en cuáles fueron los aciertos y desaciertos de El rostro de los días. Pero vayamos por orden…

El tema central de la novela es el de la maternidad y la paternidad en sus múltiples escenarios: un padre viudo, una joven que decide tener y criar a su hijo sola, problemas de infertilidad, el VIH durante el embarazo, separación de la pareja por infidelidad, los problemas económicos ante la llegada de un hijo, el embarazo en la adolescencia, el machismo en la sociedad cubana actual, etc. El escenario principal resultó entonces un Hogar Materno donde confluyen todas estas situaciones y donde, aparentemente, quedan resueltas.

Sin embargo, el televidente encontró el verdadero atractivo de la novela en la dolorosa historia de Lía y la violación que sufre por parte de su padrastro. Y es que el tema resulta tan delicado y, casi siempre, censurado, que amerita que se trate en solitario, porque si no se roba la atención por completo.

La violación y embarazo de Lía desplazó casi totalmente al tema central de la novela, así como el excelente papel de Liliana Sosa dejó atrás a los protagónicos de la historia, Mariana y Fabián. Falla del guionista que debía haber previsto que, más allá de todas las subtramas, el espectador identificara como principal (y más seguida) a la trama central.

Según la periodista Paquita Armas Fonseca, si solo se hubiera tratado en la novela el asunto de la violación en la adolescencia, “despertaría el agradecimiento, porque está provocando (o lo intenta) que al abuso sexual sea tratado en la familia como una posibilidad real y más abundante de lo que muchas personas se imaginan”.

La superposición de una trama secundaria sobre la central no constituye el único fallo de la recién concluida telenovela. Para mí lo más significativo fue lo que yo llamaría falta de detalle. En realidad, esos “detalles” a los que me refiero, ennegrecen por completo la producción, pues son errores tan a la vista que hasta un simple espectador (como yo) los nota al vuelo.

Solo menciono los más básicos y visibles: Lía no mostró ningún signo de violación en los días posteriores a la misma, además de que percibió que estaba embarazada dos o tres días después de la relación forzada; el período de gestación de las mujeres, resulta extremadamente largo o demasiado corto; los bebés recién nacidos eran claramente niños de meses (incluso con dientes). A esta lista podemos sumar más incidentes que reflejan serias lagunas en la temporalidad de la historia y que son cuestiones que se escapan de la escasez de recursos, y constituyen una falta de tino total e imperdonable por una audiencia como la cubana adaptada a grandes producciones.

La solución al “problema del Machi” si bien es válida, quizás hasta esperada por el televidente, a mí me pareció totalmente fuera de contexto en un país como el nuestro que aboga por la no violencia. Creo que un juicio penal y muchos años en la cárcel también hubieran sido castigo para la bajeza que cometió este personaje; además de que –más allá de su amor por Aurora- Manuel no tenía ningún motivo aparente para arremeter contra René.

Igual considero totalmente innecesarias las escenas con fotografías de La Habana; son minutos que deberían haberse aprovechado para desarrollar las historias (que son muchas) de la novela. Al mismo tiempo admiro la banda sonora; Ernesto Cisneros, a cargo de la dirección y la producción musical, supo agrupar temas de Adrián Berazaín, Yoel Martínez, Abel Geronés, el Dúo Iris, Dairon Rodríguez, Giordano Guerra y Camila Daniela, para darle un toque fresco y juvenil a la producción. Confieso que, como casi toda Cuba, también tarareo las canciones.

La puesta en escena de los actores salvó determinadas situaciones y empeoró otras. Creo que es imperdonable que, en una telenovela de 83 capítulos, no se utilizara un director de actores que garantizara que los intérpretes estuvieran a la altura de lo que se requería. Con la sobreactuación de la grandísima Daisy Granados en los primeros capítulos, me percaté de que nadie estaba pendiente de rectificar a los artistas y exigirles lo mejor de sí.

Aun así, el éxito de la novela estaba garantizado solo por su reparto actoral: Roxana Broche, Dennis Ramos, Liliana Sosa, Tamara Morales, Yasmín Gómez, Erdwin Fernández, Fernando Hechavarría, Yía Caamaño, Ulik Anello, Rubén Breña, Roque Moreno, Obelia Blanco, José M. Carassou, María Luisa Jiménez.

Más allá de las manchas, Nohemí Cartaya -en la dirección general- Ángel Luis Martínez Rodríguez y Sergei Svoboda-los guionistas- lograron poner a toda Cuba en vilo.

Diría yo que El rostro de los días incluso desplazó por momentos al SARS-CoV2, y eso sí que es mucho decir.


Carmen Milagros Martín Castillo

Periodista Licenciada en Periodismo por la UCLV 2012. Editora del sitio web de Telecubanacán, amante del universo digital.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


3 comentarios

  1. Me parece excelente la crítica en casi todos sus aspectos, siempre teniendo en cuenta que la novela tuvo una gran aceptación por el diverso público, por lo que a pesar de sus errores logró el objetivo fundamental.
    Discrepo con la crítica en la muerte del Machy…Si debió ocurrir porque en este país la pena a un violador es corta, y motivos hay de sobra para matarlo todo el mundo odia a los violadores.