martes, 26 marzo 2024

LCB: Historia y sensibilidad bien contadas

Pocas veces nos aventuramos a escribir de otros temas. Salirse de la zona de confort no se antoja fácil, pero una frase de Fernando Hechavarría: «¡El llanto pa' dentro, y la rabia pa' fuera! ¡Hay que irle arriba a esos hijo' e puta!» me estremeció.

Y no es el primer pasaje de la serie LCB, la otra guerra que lo logra. Sucede que Lucha contra bandidos ha logrado captar la sensibilidad de miles de cubanos, con el tino de Roly Peña y su equipo de realización para acercarnos a un pasaje de nuestra historia que muchos han olvidado o tienen incorporado de manera trivial.

Recordemos Duaba, otra serie exitosa y bien lograda de Peña, que ciertamente nos ha regalado piezas de alto calibre en rol de orquestador.

Ahora volvamos a LCB, la disciplina marcial delante del televisor desde la primera temporada, los nervios a flor de piel en cada escena, y el corazón acelerando o disminuyendo la frecuencia de sus latidos, según la situación que se nos presente.

Al menos, esa es la sensación que experimentamos mi esposa y yo, mucho más familiarizados con esa etapa en este punto que trayendo al presente los libros de Historia, lo confieso.

Y traigo a colación filmes antológicos como El hombre de Maisinicú o El brigadista, con actuaciones loables de Sergio Corrieri, Reinaldo Miravalles o Patricio Wood, por solo citar a los actores que encarnaron roles protagónicos.

LCB, justamente, tiene en las actuaciones una de sus fortalezas.

Desde el crecimiento considerable de Jorge Treto y Edwing Fernández en su condición de villanos repulsivos casi hasta la médula, pasando por Carlos Gonzalvo, Guayacol; Jorge Enrique Caballero, el Nene; el citado Fernando Hechavarría; y el magistral Osvaldo Doimeadiós encarnando a Mongo Castillo, se ve un tratamiento minucioso y profundo de cada personaje, incluso de aquellos que pudieran parecer más triviales.

De otra manera, no hubiesen logrado hacernos viajar en el tiempo a la época de la lucha contra los alzados en los albores de la Revolución y adentrarnos de tal manera en pasajes de esa cruzada.

Desempolvar recuerdos, sentir por héroes anónimos, revisitar la Cuba de entonces y tomarnos un tiempo para reflexionar sobre la realidad de nuestros días.

De muchos otros momentos en los que héroes anónimos han puesto sus vidas al servicio de la Revolución. Esa siempre perfectible, no exenta de errores en más de 60 años, pero con conceptos esenciales sobre humanismo, bienestar social, respeto por su historia y búsqueda de un mañana siempre mejor.

Lucha Contra Bandidos es una lectura sumamente interesante, que entra por nuestros corazones, pero busca recalar en nuestros pensamientos. En definitiva, no son pocos los momentos de tensión y “guerra” que hemos vivido a lo largo de este tiempo.

Continuamos viviéndolos, solo que han cambiado los escenarios, las manifestaciones, armas y expresiones de lucha.

Cuba tiene mucho que contar, mucho que mostrarles a las nuevas generaciones de cubanos, pictogramas que trascienden o sencillamente no son recogidos de la manera más sensible en los libros de historia.

Por mí, por las emociones que despierta LCB, La otra guerra, por Cuba y por nuestra historia, lo invito, si aún no lo ha hecho, a acompañarme cada domingo sobre las nueve de la noche, a desterrar por un momento la influencia del paquete y ver un capítulo de este dramatizado de excelente factura.

Si así lo desea, únicamente para disfrutar de un buen producto comunicativo y excelentes actuaciones, ajeno a influencias externas:

Tuvo que caer el Yeyo,

romperse el cerco a traición,

Balas, fusiles, tensión,

Milicianos vs. Bandoleros.

La manigua, el terreno,

De otra batalla librada,

La historia de cubanos anónimos,

Con boinas y coraje narrada.

El miedo y la nostalgia

Coraza de muchos valientes,

La sangre se pone caliente

Cuando la escena conduce,

Por caminos de desmanes,

A los que se les cortó el paso,

Con héroes sobre rufianes.

Lucha contra bandidos

trasciende épocas y tiempos,

su mensaje llega a todos

en desafiantes momentos.

Por eso mi invitación perenne,

parafraseando a Hechavarría,

a poner el llanto, la rabia,

las fuerzas y la esperanza…

en la lucha por conquistar

mañana siempre un mejor día.


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