La Covid-19 nos ha cambiado la vida
Hace unos meses escuchamos hablar del nuevo coronavirus y sin dejarnos de estremecer lo veíamos muy lejos, no pensábamos que esa terrible pandemia fuera llegar hasta nuestra tranquila isla. El ascenso estrepitoso cada día de los contagiados y fallecidos en el mundo advertía que esto no era uno de los tantos filmes de los estudios de Hollywood sobre epidemias,era una realidad imposible de esquivar.
El 11 de marzo se dio a conocer el primer caso de la Covid-19 en Cuba, y a partir de entonces la dirección política del país inició una estrategia de contención y enfrentamiento al nuevo coronavirus. Según informe de la OMS el letal virus se extiende a 203 países, ha contagiado a más de 638 mil personas y le ha cobrado la vida a más de 30 mil.
Ante la dantesca realidad la humanidad ha tenido que cambiar sus estilos de vida donde solo desde la colaboración colectiva, en comunidad, será posible vencer.
La nueva pandemia nos ha hecho reflexionar a todos sobre la amenaza global transfronteriza que no distingue niveles de riqueza, credo, raza o ideología. Es un enemigo invisible y silencioso que nos acecha y que intenta entrar a nuestros hogares.
Por ello hoy hemos tenido que desterrar de nuestras prácticas los besos, los abrasos, la única manera de demostrar el afecto que sentimos por esos seres que amamos.
La Covid -19 nos ha obligado al aislamiento social, a cerrar fronteras, escuelas, centros laborales, a ver a nuestros vecinos tras las rejas del portal, a privar a nuestros infantes de los paseos por el parque o de jugar junto a sus amiguitos. Nos ha obligado a rechazar a nuestro hijos y esposos cuando intentan acariciarnos y nos ha limitado de ver a nuestros padres, porque son los más vulnerables. Nos ha impuesto el uso de un dispositivo facial, como si fuera nuestro chaleco antibalas, así como nos obliga a una higiene personal y colectiva meticulosa.
Nuestros médicos del consultorio ya nos nos ponen la mano en el hombro, ahora la consulta es a un metro de distancia con un amplio interrogatorio. Hemos tenido que dejar atrás no pocos gustos, de consumir bienes materiales que antes considerabamos vitales y hoy son insignificantes ante el valor de la vida.
Y si bien es cierto que ha cambiado nuestra manera de vivir donde los días transitan tras ventanas y paredes atentos a un reporte de cifras de contagios a las 11 de la mañana, la pandemia del siglo XXI nosha hecho mejores personas. Hoy todos somos hermanos, somos más responsables, humanos y solidarios. Nos cuidamos y ayudamos al prójimo,nos mantenemos atentos por aquellos que enferman o están distantes. La comunicación tiene otros matices, las redes sociales y las conexiones inalámbricas son nuestros nuevos canales de comunicación.
Hoy todos somos iguales, la Covid-19 nos ha puesto a todos en igualdad de condiciones. Hoy valoramos más una frese de aliento como, quédate en casa, cuídate, te quiero volver a ver, que cualquier regalo material.
La labor épica de médicos y enfermeras en el mundo y de manera especial de nuestros galenos los hace hoy las personas más importantes. En tanto los artistas buscan otras maneras de llevar el arte a cada hogar, funcionarios públicos se debaten en aplicar las medidas más oportunas, los creyentes en oraciones en cadena se mantiene unidos orando por el fin de esta nueva guerra.
El mundo ha cambiado y con ello la vida. Nadie puede predecir qué tiempo durará esta crisis sanitaria. Todos tendremos que adaptarnos a una nueva forma de vivir, de trabajar y relacionarnos. Pero cuando esta guerra epidemiológica acabe, los más ricos habrán perdido mucho, y los más pobres habremos ganado una fortuna, la vida.
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