jueves, 28 marzo 2024

El Egoísmo es la gran pena del mundo

Tengo un recurso periodístico e intelectual que me ha dado, muchas veces, muy buen resultado. Y es que cuando quiero pensar en algún tema complejo de la actualidad trato de recordar y hasta buscar que dijo nuestro José Martí sobre ese mismo asunto o por lo menos sobre algo parecido a lo que me inquieta. Y es que por estos días leí que el…

Tengo un recurso periodístico e intelectual que me ha dado, muchas veces, muy buen resultado. Y es que cuando quiero pensar en algún tema complejo de la actualidad trato de recordar y hasta buscar que dijo nuestro José Martí sobre ese mismo asunto o por lo menos sobre algo parecido a lo que me inquieta.

Y es que por estos días leí que el 1 por ciento más rico del mundo acumula el 82 por ciento de la riqueza en ese mismo mundo de hoy.  Hay otra estadística, quizá más entendible que dice que 26 millonarios tiene más riqueza que 3 mil 800 millones de seres humanos.

Y así otras estadísticas que para mí son escalofriantes  porque reflejan la abismal desigualdad que prima en la tierra, un planeta donde cientos, miles de millones de personas viven en la pobreza más elemental y donde a la vez hay unos pocos que literalmente no saben qué hacer con tanto dinero que tienen y les cuesta trabajo decidir qué nuevo capricho o lujazo se van a dar mientras que millones no saben que bocado van a  llevarse a la boca  ni mucho menos que medicina tomar para superar enfermedades perfectamente curables.

Así de simple e ilógico está el mundo en el que nos ha tocado vivir y entonces entre mi estupor al leer las estadísticas me viene a la mente y sin saber por qué un verso del más grande los cubanos.

Yo sé de un pesar profundo

Entre las penas sin nombres:

¡La esclavitud de los hombres

Es la gran pena del mundo!

Esto lo sintió y escribió nuestro héroe nacional hace mucho más de un siglo, cuando en nuestro país aún había esclavitud e incluso él la había observado y sufrido directamente  al ver a un negro esclavo ahorcado lo que le generó estos sentidos versos.

Rojo, como en el desierto,
Salió el sol al horizonte:
Y alumbró a un esclavo muerto,
Colgado a un ceibo del monte.

Un niño lo vio: tembló
De pasión por los que gimen:
Y, al pie del muerto, juró
Lavar con su vida el crimen!

Pero hoy me interesa situarme en la vertiente martiana de lo que para ese gran hombre era la cultura del ser en contraposición de la cultura del tener, su prédica espiritual, escrita y oral, de esos valores de humildad y honestidad  que empezaba por mostrar en su propia conducta personal y pública porque hablo de un hombre que recaudaba y portaba miles de dólares para la causa de la independencia cubana a la vez que vestía  y calzaba con pulcra modestia.

Su traje y su corbata eran negros en señal de luto por la patria esclava y usaba un anillo de hierro hecho de un pedazo de las cadenas que llevó cuando era el preso 113 en las Canteras de San Lázaro y en el que estaba grabada la palabra Cuba.

Hoy, que en el mundo se ha entronizado una cultura basada en la competitividad y no en la solidaridad, estoy seguro que Martí diría que el egoísmo es el gran mal del mundo moderno.

Países inmensamente ricos que no dejan de saquear los recursos naturales de otros países, grupos pudientes que imponen sistemas de gobierno y un ordenamiento social para perpetuar sus privilegios en detrimento de aquellos que teóricamente son sus compatriotas o sus semejantes, opulentos dispuestos a repartir limosnas y hacer donaciones de lo que les sobra pero  niegan de facto el acceso a la educación y a la instrucción de calidad como oportunidad básica para salir del subdesarrollo imperante.

Es la cultura, o sea la forma de vivir, donde el tener es lo primario y la meta aunque sea sobre la precariedad de muchos.

Mucha prensa se ocupa más de la alfombra roja, las lentejuelas de turno y los objetos suntuosos que de las esencias que lastiman el mundo porque la luz para ellos es la encandila y brilla, no la que ilumina el camino y alumbra la virtud.

Pero todo eso ya nuestro inmenso José Julián Martí y Pérez nos lo mostró con esas palabras suyas que más  que decir, aleccionan. Estas hermosas palabras las escribió a la niña que adoraba como hija suya: María Mantilla  Está firmada en Cabo Haitiano, el 9 de abril de 1895.

“Es como la elegancia, mi María, que está en el buen gusto, y no en el costo. La elegancia del vestido,-la grande y verdadera,-está en la altivez y fortaleza del alma. Un alma honrada, inteligente y libre, da al cuerpo más elegancia, y más poderío a la mujer, que las modas más ricas de las tiendas. Mucha tienda, poca alma. Quien tiene mucho adentro, necesita poco afuera. Quien lleva mucho afuera, tiene poco adentro, y quiere disimular lo poco. Quien siente su belleza, la belleza interior, no busca afuera belleza prestada: se sabe hermosa, y la belleza hecha echa luz.”


Luis Evidio Martínez Díaz

Periodista Graduado en la UH como Licenciado en Periodismo 1991, prefiere el debate y el análisis de los acontecimientos que le circundan.

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