jueves, 28 marzo 2024

Cuba anda de hermana

En las grandes ocasiones casi siempre José Martí nos tiene escrito, y hecho, algo que enlaza su genialidad y honestidad con aquello que acontece a los que nacimos en la mayor de las Antillas. Martí nos hace de candelabro para que veamos los guijarros torcedores de caminos, y entre ellos, o sobre ellos, la estela por la que debemos andar como pueblo para sí.

Este 21 de junio, no fue la excepción.

Lo sentí cuando supe la noticia de que el candidato vacunal cubano Abdala, contra el coronavirus Sars Cov-2, desarrollado en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) alcanzó una efectividad del 92,28 por ciento en el esquema de tres dosis, una  certeza que lo convierte en vacuna, y por cierto una de las mejores.

Lo sentí también cuando percibí, mediante la televisión, la emotividad triunfal que reinaba en el teatro del CIGB donde los directivos de la entidad investigativa lo informaban y el propio Presidente de la República, Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, explicaba la trascendencia científica, humana y hasta política del suceso, primero para el pueblo cubano, pero también para cualquier otro pueblo del mundo.

Era una  sensación de orgullo pero sin vanidad. Lo sentí como el regocijo por tener científicos como los que desarrollaron la vacuna, pero más por ser de un pueblo que da sustento moral y financiero a esos  procederes investigativos en medio de todas las dificultades materiales y humanas, acrecentadas  por la pandemia de la COVID-19 y por el ensañamiento del bloqueo norteamericano contra Cuba.

No olvidar que se ha llamado Abdala a esta vacuna como homenaje al conocido poema dramático que publicara Martí en el periódico La Patria Libre.

Dos días antes se dio la noticia de que el candidato Soberana 02, desarrollado por el Instituto Finlay, alcanzó un 62 por ciento en el esquema de dos dosis, lo que presagia alrededor de un 80 cuando se completen las tres con Soberana Plus.

Algunos pensarán que es una ironía que un país pequeño, de escasos recursos naturales y económicos y además asediado por las sanciones de Washington,  pueda haber desarrollado en poco más de un año dos candidatos vacunales muy exitosos, pero no, no es ni una casualidad ni tampoco una ironía. Es el resultado de un sistema de ciencia e innovación tecnológica en la salud que tiene una larga data y que siempre apostó por lo mejor del y para el ser humano.

Ahora vivimos tiempos donde Cuba no puede comprar ni tecnologías ni medicamentos procedentes de los Estados Unidos,  por la simple razón de tener un sistema sociopolítico diferente al de la poderosa nación norteña, no importa si con ello se daña a un pueblo entero.

Ese es un pensamiento y actitud prepotente resultado de aquellos expuestos en un artículo aparecido en la prensa norteamericana del siglo XIX y donde se calificaba a los cubanos como “inútiles y carentes de fuerza viril,  incapaces de valerse por sí mismos y faltos de preparación ciudadana”.

Y es que si esos criterios ganaban fuerza, le seguirían, obviamente, la difusión de la incapacidad para autogobernarnos, y la necesidad de que los Estados Unidos, convertidos en ángeles salvadores, vinieran a proteger los intereses de los ciudadanos cubanos y a regir el destino de la Isla.

Algo muy parecido alimenta, más de un siglo después, el espíritu de la abominable Ley Helms-Bourton mediante la cual los Estados Unidos regentarían la vuelta de Cuba a la “democracia” a la usanza norteamericana.

La respuesta cubana en el siglo antespasado la dieron los mambises en los campos de batalla contra la metrópoli española y la dio nuestro José Martí en carta pública conocida como Vindicación de Cuba y  divulgada bajo este título en el periódico The Evening Post, de New York, el 25 de marzo de 1889, en la que responde a las calumniosas imputaciones hechas a los cubanos, publicadas en el periódico The Manufacturer, de Filadelfia.

La respuesta cubana en este siglo la da el pueblo cubano: que resiste y avanza en medio de muy difíciles circunstancias, que sufre el bloqueo y lo desprecia, y la da colectivos científicos como los del Instituto Finlay y el CIGB que han logrado dos vacunas muy efectivas para los cubanos y para otros pueblos.

Las razones de estos empeños y logros   pueden comprenderse mejor en aquello que El Maestro publicó el 19 de agosto de 1893 en el periódico Patria: “El mejor modo de hacerse servir, es hacerse respetar. Cuba no anda de pedigüeña por el mundo: anda de hermana y obra con la autoridad de tal… Al salvarse, salva”.


Luis Evidio Martínez Díaz

Periodista Graduado en la UH como Licenciado en Periodismo 1991, prefiere el debate y el análisis de los acontecimientos que le circundan.

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