jueves, 3 octubre 2024

Juan Almeida, un héroe también de la cultura

No es posible separar de su producción musical su labor revolucionaria, porque ambas líneas forman un vínculo inseparable.

La obra de Juan Almeida puede considerarse singular, teniendo en cuenta los contextos en que fue concebida. No es posible separar de su producción musical su labor revolucionaria, porque ambas líneas forman un vínculo inseparable.

No tenía estudios sobre música. Su origen humilde impidió dar cauce a su talento en alguna academia especializada; sin embargo, no resultó una atadura para que el joven Juan persiguiera su sueño, aun cuando se insertara a plenitud en la lucha insurreccional.

A pesar del éxito de La Lupe, a quienes muchos le atribuyen el hecho de ser su primera canción, Almeida ya tenía varios temas compuestos, desde antes, por lo que no se estrena en México como compositor, cuando escribió el antológico tema antes de partir en el yate Granma, en 1956. Resulta muy interesante, desde el punto de vista morfológico, cómo esa obra recurre a elementos de la ranchera y el bolero cubano, y avizora la hibridación que, desde finales de la década del 50, ya venía gestándose en tierras aztecas con figuras que a la larga eran los grandes del bolero mexicano: Agustín Lara, Vicente Garrido, Consuelo Velázquez (Concha), Manzanero o Abel Domínguez.
Unos antes, y otros poco tiempo después, manejarían similares recursos estilísticos para adaptar el bolero a la realidad mexicana, no sin antes atemperarlo a sus propias costumbres, lo mismo que hizo Almeida al componer La Lupe.

El matiz de fe y el elemento épico insertado en la obra, a modo de despedida hacia un futuro desconocido –que bien pudiéramos comparar con pasajes literarios, como los cantares de gesta o las grandes tragedias de estilo shakespearianas– son claves en La Lupe.

Tras la popularidad de la canción, Almeida siguió componiendo y su estilo creativo abarcó sones, guarachas, boleros y obras con elementos muy mezclados, a veces difíciles de catalogar o enmarcar rígidamente. Un rasgo significativo de su producción autoral fue la singularidad de que grandes voces femeninas estrenaran y popularizaran varias de sus canciones, lo cual estuvo marcado por diferentes etapas creativas. Artistas como Elena Burke, Omara Portuondo, Farah María, Amelita Frades y Beatriz Márquez fueron algunas de ellas.
Distintas versiones de su obra han sido llevadas a formatos instrumentales y corales, así como a orquestas de tipo charanga, conjuntos, septetos y más. Memorables el Dame un traguito, a cargo del Grupo Sierra Maestra, o Juventud y experiencia, con Farah, que siguen resonando en nuestros dinteles musicales.

La reconocida musicóloga María Teresa Linares señaló, entre los valores de su obra musical, «sus aportes a la cancionística cubana; pero si quisiéramos formular un ­juicio sobre su permanencia en lo que será la historia de la música cubana, su presencia en el tiempo, Dame un traguito y La Lupe contienen los elementos de cubanía y de popularidad suficientes para que las generaciones del 2000 recuerden a aquel guerrillero, uno de los mejores capitanes que hizo tan buena música insertado en su cultura».

Por su parte, el músico y profesor Harold Gramatges dijo sentirse «a gusto con sus baladas, que son en definitiva boleros acomodados a la línea de nuestra época; no por gusto varias de las mejores boleristas cubanas las han incorporado a su repertorio y las han defendido como se merecen. Pero, como yo soy un fervoroso amante del son, me siento todavía más a gusto cuando escucho esas composiciones de Almeida disfrutadas por la gente, que, como buenos cubanos, se sienten atraídos por el baile».


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