martes, 26 marzo 2024

Keny Cobos, el desafío de interpretar a Beatriz en la novela Entrega

Lo de Keny Cobos con el arte, parece ser innato. Comenzó desde niña, primero en el baile y luego en la actuación con solo trece años. El teatro le ha abierto las puertas y la televisión también, aunque deberían usarla más: es verdaderamente camaleónica, por eso Alberto Luberta apostó por ella para hacer una sorda que para más tiene un papel protagónico en la…
Keny Cobos interpreta el personaje de Beatriz en la novela cubana Entrega.
Keny Cobos interpreta el personaje de Beatriz en la novela cubana Entrega.

Lo de Keny Cobos con el arte, parece ser innato. Comenzó desde niña, primero en el baile y luego en la actuación con solo trece años. El teatro le ha abierto las puertas y la televisión también, aunque deberían usarla más: es verdaderamente camaleónica, por eso Alberto Luberta apostó por ella para hacer una sorda que para más tiene un papel protagónico en la novela Entrega.

¿Desde cuándo te llamó actuar para los otros?

— Siendo muy niña mí madre me vio aptitudes artísticas, afinidad por el baile, el canto, oído musical, desinhibición y con apenas cuatro años me matriculó en la Academia de Baile Español y Ballet dirigida por Eduardo Veitía, radicada en el entonces conocido como Teatro García Lorca.

Allí viví mis primeras experiencias actuando frente a un público: bailando coplas, bulerías, la jota, etc. En cuarto grado yo misma decido pertenecer al grupo de gimnasia femenina de la escuela y al coro. Tuvimos presentaciones en todos los actos culturales del curso e incluso en otras primarias de la zona de la Habana Vieja. En la secundaria al ser la Jefa de Actividades de la escuela yo misma formé, dirigí y era la coreógrafa de una banda de Pop de cinco chicas imitando la moda musical de la época.

También nos presentábamos en todos los actos culturales y políticos, otras veces representaba teatralmente algún pasaje histórico, declamaba un poema o cantaba alguna canción de tema político. A mis 13 años la compañía de danza sufre reveses por la separación de Liz Alfonso y pienso que me vi afectada, pues decidí dejar la danza y comenzar en un grupo de teatro aficionado llamado Olga Alonso, dirigido por Humberto Rodríguez ubicado en la Casa de la Cultura de Plaza. Allí  conocí por primera vez la actuación como manifestación artística individual y quedé impactada. En el grupo me fui desarrollando, conociendo las técnicas y enfrentándome a una peña de teatro una vez al mes, interpretando tanto autores cubanos como Héctor Quintero, hasta internacionales como Lorca y Shakespeare.

¿Fue la primera manifestación artística que te sedujo?

— Evidentemente no, como ya dije comencé por danza española y ballet. A los 13 años  pasé al teatro y me mantuve simultaneándolo con clases de canto recibidas por el Director Hugo Oslé, quien nos llevó a presentaciones en el Gato Tuerto, el teatro Amadeo Roldán y en la salita Mariana de Gonitch de la Casa de la Cultura de Plaza. Además recibí clases particulares de guitarra y solfeo con un excelente guitarrista como Vidal Tarín. Hasta definirme totalmente y pasar audición con el fin de entrar en teatro en la ENA.

Posteriormente, lo hice para el grupo de pantomima dirigido por Maritza Acosta, Teatro del Cuerpo Fusión, con ellos también experimenté en el teatro infantil y recorrimos en giras nacionales casi toda la Isla. Tres años después me presenté para el grupo de teatro Musical Habana, dirigido por Alexis Vázquez y Carelia Bequer, también giramos por todo el país, hasta presentarme a las pruebas de audición del Instituto Superior de Arte, ISA. Además por la Agencia Actuar tuve la oportunidad de recibir clases de canto con Robertina Morales y corrí con la suerte de realizar algunas presentaciones con ella. Y cursando el último año del ISA volví a presentarme para hacer una maestría de dos años en Locución, lo que me permitió desenvolverme con mejor técnica en mi programa habitual de entrevistas a importantes pedagogos de cualquier esfera, transmitido por el Canal Educativo, conocido como Presencia, dirigido por Maritza Dechapelle. Y a toda esta trayectoria debo sumarle las oportunidades y experiencias paralelas que viví haciendo audiovisuales para la televisión.

Háblame de tu primera experiencia en la actuación…

Mis primeras experiencias en la actuación fueron de modo aficionado en el grupo Olga Alonso, recuerdo que estaba aterrorizada, yo solo tenía 13 años y era una niña muy sobreprotegida, en un grupo de jóvenes entre 20 y 22 años, que recibíamos clases tres veces por semana en las noches de 8 a 11.

Estuve un mes de oyente sentada en las lunetas frente al tabloncillo mirando las improvisaciones acompañada por mi mamá o por mi tía. Yo no entendía como se podía llorar, ni la psicología de los personajes, no tenía vivencias para apoyarme, incluso llegué a creer que me había definido por la manifestación equivocada. Y el profesor Humberto una noche le pidió a mi tía que subiera al tabloncillo, participara en la preparación y en las improvisaciones para motivarme y un poco presionarme a subir al escenario y así comenzó la magia.

Mi primer papel importante fue Yerma de Federico García Lorca y me marcó tanto que escogí ese mismo montaje para graduarme de nivel medio en actuación y el profe Humberto, aunque ya yo no pertenecía al grupo, me apoyó con vestuario, con varios actores aficionados, con la sala de teatro en fin, todo el montaje. Yerma fue un personaje difícil, es una obra ambientada en otra época, donde la mujer sufría discriminación de género, desinformación total, obligada a ser solo ama de casa y madre y esta joven muchacha ingenua, que su mayor anhelo era ser madre, le hacen creer que está seca por dentro y la difaman de adúltera.

Un personaje al cual me enfrenté muy adolescente, es una obra muy trágica, ella termina en un ataque de locura matando a su esposo. Este fue mi primer reto, al parecer siempre me han llamado la atención personajes de conflictos profundos y complicados de los que quitan el sueño.

¿Has montado diversos personajes, cómo te preparas para ellos?

— Cada personaje llega a mí de manera diferente algunos son más cercanos a mi carácter, otros están sumamente distantes pero en general hay que estudiarlos por igual. Lo primero es el trabajo de mesa, una lectura general con todo el elenco y los personajes ya repartidos.

Como trabajo mío individual, primero investigo desde el texto súper, híper, mega, plus, releído, el contexto histórico, la época, lugar donde se desarrolla la historia, la relación del personaje con cada uno de los que interactúa, edad, traumas, familia, etc. Y lo que no aparezca de forma implícita en la obra digamos en las acotaciones por ejemplo, me lo invento desde la lógica claro, en una búsqueda de antecedentes para mi personaje.

Así se va conformando la psicología, comportamiento, complejos, conflictos, mañas, manías, muecas, algún tic nervioso, movimiento gestual o discapacidad, el tipo de pronunciación o voz que debe tener de acuerdo a su estrato social. Para las intenciones y situaciones recreadas en las escenas, utilizo vivencias personales que me puedan servir emotivamente, mías o de terceros. A veces necesitamos un referente visual y busco alguna persona que se me parezca al personaje, la estudio o escaneo y trato de imitar lo que me funcione. Así voy conformando mi propia versión del personaje.

Practicando y ensayando un mes después ya ese personaje soy yo y hasta en mi casa se me sale. Entre muchas otras cosas que se van encontrando e incorporando en los ensayos, en improvisaciones, en accidentes durante los ensayos, con equivocaciones que pueden funcionar o no, a veces con frustraciones de algo que no sale o no se entiende, en fin es un camino larguísimo con mucha incertidumbre y que a veces como en el caso del teatro, sigue sufriendo cambios mientras haya una puesta en escena más. Ya en el caso de los medios lo que se filma, es lo que queda y solo resta esperar por la reacción de los televidentes.

Cuándo te propusieron hacer una sorda en entrega, ¿lo pensaste?

— Bueno Luberta me conoce como actriz hace varios años ya, fue uno de los primeros directores que me dio la oportunidad de trabajar en televisión, me siento muy cómoda con él y creo que nos entendemos bien porque ambos hemos repetido ya muchas veces y Beatriz no fue la excepción por suerte para mí.

Luber (Albertico) me llamó en marzo del año pasado (2018), me explicó sobre la novela, que me quería en ella pero me tenía una propuesta complicada porque el personaje sufría una discapacidad, era sorda y debido a eso me tenía que hacer casting incluso con dos sordos y una intérprete presentes como asesores, pues buscaban en la actriz cualidades específicas que después se pudieran explotar más. Me sugirió que fuera estudiando e investigando por mi cuenta.

Yo fui a una escuela de sordos y pedí el contacto de alguna muchacha que se asemejara a las cualidades del personaje para que me ayudara. Pero tuve un viaje al extranjero que me interrumpió el proceso y no pude presentarme al primer casting, llegué directo al segundo donde ya habían hecho un recorte de las chicas creo que quedábamos cinco.

Dos días antes, Luber me entregó las dos escenas del casting y aunque yo me presentaría por primera vez, me sentía en desventaja con respecto a las otras chicas y estaba muriéndome de nervios, me lancé porque me enamoreeeeé de Beatriz desde que leí esas dos únicas escenas, recuerdo que yo ni sabía que era un protagónico y tampoco me importaba si era pequeño o grande: yo solo quería hacerlo. Realmente no lo pensé, solo me dediqué a estudiar. Y así me enfrenté a una especie de jurado conformado por Luberta como Director, Loysis de Codirectora y Doimeadiós en la Dirección de Actores, más los dos sordos, Aime y Guillermo, y Eilin la intérprete que nos ayudó.

¿Cuéntame cómo te preparaste?

— Lo primero que hice fue pedirle ayuda a una de mis directoras y gran amiga, Maritza Dechapelle. Ella me recomendó una escuela de sordos, allí me presenté y pedí que me contactaran con alguna muchacha sorda pero que fuera parlante y conocí a Tamara quien fue mi salvación. Ella por casualidad vivía relativamente cerca de mi casa y se puso a mi disposición a tiempo completo, a ella le debo mucho. Mi Bety partió desde su inspiración, fue mi musa.

Me acogió en su casa y en su familia los siete días de la semana durante casi seis meses sumando la etapa de pre e incluso el rodaje. Entre ella y yo solitas, sin intérpretes de por medio entendiéndonos a medias, conformamos las escenas para el casting y ya después 50 capítulos de la novela. Recuerdo que leíamos juntas y quitábamos o adaptábamos palabras de mis diálogos para que a ella le fuera entendible la situación de las escenas, después yo la filmaba con mi móvil muy despacio haciendo el lenguaje de señas.

También me llenó de folletos con vocabulario y fotos con los gestos y sentimientos, el alfabeto y palabras esenciales de la vida cotidiana para que fuera incorporando vocabulario. Ya durante la pre nos ponen los asesores que habían participado como jurado Aime y Guillermo, con la intérprete Eilin y entre todos, incluso el elenco de actores que interactúa con mi personaje y los tres directivos por supuesto, comenzamos a readaptar mis diálogos en la búsqueda por encontrar un camino entendible para el televidente no sordo y para la comunidad sorda pues Bety tenía muchas palabras o frases hechas en sus parlamentos que los mismos sordos no entendían.

Fue difícil para ellos interpretar el guion e incluso leerlo, pues no tienen ese hábito. Y yo usé el mismo método, grabar con mi móvil cada cambio del texto con el lenguaje de señas. Practiqué mucho la  fluidez del movimiento, ellos me exigían que eliminara la rigidez, si movía un poco más el dedo significaba otra cosa, enfatizaban mucho en mi gestualidad facial y en que mi vista debía estar dirigida siempre hacia la boca, etc.

¿Qué te resultó más difícil?

— Difícil fue todo, yo perdí literalmente el sueño, Bety estuvo muy alejada de ser un paseo por el Prado. Desde practicar hasta el cansancio muscular de mis brazos, la fluidez de pasar de un gesto a otro conformando el párrafo de un diálogo o una oración. Memorizar además del texto, el gesto de cada palabra de ese mismo texto, emocionándome a la vez y siendo creíble en el conflicto de la escena. Además de buscar la colocación de la voz y tener que controlarla en escenas de llanto. De todas las dificultades la que más me preocupó siempre fue la voz, incluso después de estrenada la novela ha sido mi mayor desvelo. Porque resultó un debate fuerte durante los exhaustos ensayos, por lo desagradable que temíamos que pudiera resultar.

Yo tenía pánico sacar la voz y fue lo que más tardó en salirme y sentirme cómoda, Aime la muchacha sorda que nos asesoraba fue mi último referente porque ella no era parlante, casi no emitía sonidos en público y de eso me agarré llegamos a tener mucha confianza y yo en mis grabaciones además de fijarme en sus gestos también imitaba su voz y su pronunciación, pues hay letras que omiten por no tener la referencia auditiva no saben pronunciarla.

A inicios del rodaje por ejemplo en las primeras escenas Doime me decía, estás muy ronca o muy aguda, o muy grave, sacaste mucho la voz, pronunciaste mucho la palabra vamos a repetir. En general fue un proceso creativo en el que todos fuimos aprendiendo con la marcha incluso rodando ya, porque Bety en un inicio iba a ser parlante como recurso para que el televidente entendiera los diálogos y después descubrimos que no podía ser. Al final con el transcurso de los largos ensayos como bien decía Luber, para mi Beatriz ya no resulta una preocupación./Paquita Armas Fonseca

(Tomado del Portal de la Televisión Cubana)


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